VIAJES / Berlín

B  E  R  L  Í  N
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FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Al este del río Elba se erige de manera imperial la capital germana. Berlín esconde dos ciudades en una: la diurna, que invita a recorrer sus calles monumentales; y la nocturna, en la que hay escarbar un poco sobre la superficie para sentir sus hipnóticos latidos a ritmo de Techno. 

A la luz del día la ciudad enseña sus cicatrices (los restos del Muro; el Monumento a los judíos de Europa asesinados) retratando un pasado oscuro y lleno de historia. La opresión de antaño desaparece en cuanto cae la noche, y el desenfreno y el libertinaje se intuyen a la vuelta de cada esquina. 

Los excesos de todo tipo que se dieron en los felices años 20 a ritmo de burlesque, charleston y jazz vuelven ahora teñidos de electrónica, cerrando en la actualidad un grotesco paréntesis imposible de ignorar en forma de conflictos (la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría...). 

Los formalismos quedan aparcados en la puerta de Brandemburgo y en el resto de icónicas estampas que atraen a los turistas como néctar para abejas. Lejos del edulcorado para Instagrameables, hay lugares que ofrecen un contraste bien diferente. 

Un buen ejemplo son las catorce hectáreas del parque Görliter Park (en el distrito de Kreuzberg) dónde por el día pasean padres con sus carritos indiferentes al movimiento de yonquis, mendigos o prostitutas que campan a sus anchas. O en el barrio turco, dónde es muy recomendable pararse un rato tomando un café en cualquier garito para contemplar un desfile de modelos extravagantes que harían sonreirá al Bowie más bizarro. 

La buffet de drogas es importante, pero también la oferta cultural (la Isla de los Museos es solo la punta del iceberg) es enorme y para todos los bolsillos. Por ejemplo, el Humboldt Forum es impresionante y gratuito, así como la expo callejera más grande de Europa: el East Side Gallery. 

No podemos obviar la música, pues algunos de los compositores más grandes de todos los tiempos (Bach, Beethoven, Brahms, Wagner, Schumann...) son germanos, y una buena manera de comprobar como se valora la música clásica en este país es acudir a la Filarmónica, (mismamente, cada miércoles a la hora del lunch se permite acceso gratuito al hall con show incluido).  

A mí me sobró algo de tiempo para hacer una escapada al Campo de Concentración de Sachsenhausen, uno de los más importantes, pues sirvió como experimento para todos los que vendrían después. Recomiendo visitar primero este antes de irse al muchísimo más impactante complejo de Auschwitz.  













































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