LITERATURA / Irene Vallejo
IRENE VALLEJO
El infinito en un junco
¿Quién le iba a decir a Irene
Vallejo que iba a conseguir un superventas (supera ya las 20 ediciones) con una
oda a los libros? “El infinito es un junco” es un ensayo didáctico que es casi
como una declaración de amor hacia esos libros que supusieron una vía de escape
para Irene. La historia de los libros durante casi treinta siglos. Un recorrido
fascinante y un trabajo de investigación loable por parte de Irene.
No olvidemos que el libro ha sido nuestro aliado, desde hace muchos siglos, en una guerra que no registran los manuales de historia. La lucha por preservar nuestras creaciones valiosas: las palabras, que son apenas un soplo de aire; las ficciones que inventamos para dar sentido al caos y sobrevivir en él; los conocimientos verdaderos, falsos y siempre provisionales que vamos arañando en la roca dura de nuestra ignorancia.
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El rey Thamus le preguntó entonces qué utilidad tenía escribir, y Theuth le replicó: -Este conocimiento, ¡oh rey!, hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y de la sabiduría. Entonces Thamus le dijo: -¡Oh Theuth!, por ser el padre de la escritura le atribuyes ventajas en quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de los libros, llegarán al recuerdo desde fuera. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura dará a los hombres: y, cuando haya hecho de ellos entendido en todo sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar, porque se creerán sabios en lugar de serlo.
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El número de signos no dejaba de aumentar, sobrecargando la memoria. La solución fue una de las mayores genialidades humanas, original, sencilla y de incalculables consecuencias: dejar de dibujar las cosas y las ideas, que son infinitas, para empezar a dibujar los sonidos de las palabras, que son un repertorio limitado. Así, a través de sucesivas simplificaciones, llegaron a las letras. Combinando letras hemos conseguido la más perfecta partitura del lenguaje, y la más duradera. Pero las letras nunca han dejado atrás su pasado de dibujos esquemáticos. Nuestra "D" representaba en origen una puerta, la "M" el movimiento del agua, la "N" era una serpiente y la "O" un ojo.

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