CRÓNICA CONCIERTOS / Ultraligera
En la parrilla de salida de bandas emergentes con posibilidad de petarlo a corto plazo, Ultraligera están bastante bien posicionados, algo que se veía intuyendo y que se acabó confirmando anoche en el Teatro Albéniz de Gijón, en un concierto especial al ser el que cerraba su gira de salas (bajo el paraguas de Vibra Mahou, siempre apostando por el talento emergente) antes de afrontar la temporada de festivales.
Especial también porque puede decirse que los madrileños cierran un capítulo de su breve y meteórica carrera, pues tiene toda la pinta que el aforo de este tipo de locales se les ha quedado pequeño y por ende la oportunidad de verlos en espacios tan reducidos. Todo los boletos vendidos, como lo están para su bautismo en el doblete que se marcarán en la Riviera este próximo octubre tras la exigente temporada estival.
El quinteto (Coque Fernández y Kash a las guitarras, Santiago Urruela al bajo, el benjamín Martín Aparicio a las baquetas y Javier Gismero a la voz y ocasionalmente a la acústica) no esconde sus influencias Grunge ni en la estética ni en la actitud, aunque su target sea otro, imposible de disimular cuando estallan los estribillos pegadizos de hits como “La basura” o “Recuerdos del baile”, encargadas de abrir y cerrar el show respectivamente.
Hora y media de concierto (poco más se les puede pedir pues tampoco les dio tiempo a engordar el repertorio) es suficiente para entender el porqué van a petarlo: han asumido que es necesario un poco de macarrismo en una escena indie muy edulcorada, como en su día y salvando las distancias, les tocó a los Stones para contrastar la imagen de yernos perfectos de los Beatles, o como cuando los Mötley Crüe o Guns N’ Roses propiciaron la destrucción masiva de posters de bandas del glam rock de laca y purpurina como Cinderella o Ratt.
Para mí, cuando Ultraligera brillan con luz propia es precisamente cuando rompen el molde de la monotonía del indie actual y se desmarcan con medio tiempos como “Nunca nadie” (que empieza a bajísimas revoluciones y acaba en tormenta guitarrera). Puede que este no sea el camino más rápido para escalar posiciones aunque quizás sí el que a la larga les granjeé otro tipo de público, y el respeto casi unánime, como cuando Arde Bogotá duplicaron la apuesta al sacar “La Torre Picasso”.
Llegará un momento en que tendrán que elegir si más “Amor, Amor” o más “Pelo de foca”. Será interesante seguirles la pista y comprobar cómo resuelven la disyuntiva. Por lo pronto, les toca disfrutar de su dulce presente y un futuro ilusionante.

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