LITERATURA / Mariano Antolín Rato
MARIANO ANTOLÍN RATO
La suerte suprema
El escritor y traductor asturiano Mariano Antolín Rato (Gijón 1943) se ha ido labrando un nombre con el paso de las décadas, especialmente por sus traducciones de clásicos de Jack Kerouac, Scott Fitzgerald o William S. Burroughs.
El dicho Don´t judge a book by its cover debería aplicarse en este caso, pues la atractiva portada está muy por encima de lo que el lector/a pueda encontrarse dentro. Cierto es que es este tipo de viajes a lo J. G. Ballard no son para todos los públicos, y es incuestionable el buen tino que tiene Mariano para la prosa, y sin embargo, las páginas transcurren sin atraparnos a pesar de los esfuerzos del protagonista Rafael Lobo para captar nuestra atención y, ya de paso, de volver a conectar con Helwna Troyano, musa virtual a la que está enganchado y de la que se ve apartado de la noche a la mañana debido a un gran apagón digital. El octogenario protagonista se las da y se las desea por volver a verla, aunque sea una vez más. Ya me diera a mi tener el talento que tiene Mariano, por eso me esperaba mucho más de este thriller difícil de clasificar.
Tendré que buscar una cuerda para imitar, siempre en plan pobretón, a Sergei Esenin o Foster Wallace. O una escopeta y terminar al modo de Kurt Cobain. O más fácil: tirarme desde un piso algo según se dice que hizo José Agustín Goytisolo. Porque ni tengo coche donde meterme e inhalar anhídrido carbónico como Anne Sexton, ni casa donde asfixiarme con el gas del horno copiando a Sylvia Plath.
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Asoma una aurora muy poco -por no decir nada- literaria. La todavía rojiza luz solar solo anuncia aumento del consabido y asfixiante calor. Una mariposa que el cambio climático ha hecho salir prematuramente de su crisálida se posa unos instantes sobre el capó del Mini negro. No consigue que mi amargura se dulcifique aunque tiene unos colores vivos impropios de cualquier duelo. Las tribulaciones me azotan tanto como el viento sofocante que sopla cargado de polvo.
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