LITERATURA / Martin Amis

MARTIN AMIS
Dinero



Busqué este libro por algunas críticas que lo vendían como uno de los libros clave de la década de los ochenta. Me había gustado "Tren nocturno", mi primer acercamiento al escritor de Oxford. "Dinero", en cambio, y pese a tener muy buena prensa, no me acabó de enganchar en ningún momento. Pasaba las páginas esperando cogerle ese ritmo ritmo y ese humor tan particular de Martin Amis, y al final terminé la novela algo decepcionado. El personaje principal -el antihéroe John Self-, lo tiene todo al alcance de la mano y aún así se siente vacío. Él es el encargado de dirigir esta crítica al materialismo y la deshumanización del ser humano. Tiene puntazos, claro que sí, pero muy pocos momentos brillantes para justificar sus cuatrocientas páginas. 

Yo seguía haciendo surf sobre la electricidad estática de Manhattan. Los semáforos y señales de tráfico me pedían calma, pero ni yo ni nadie les hacía caso. ¡No hay que ceder ni un centímetro, esa es la contraseña! Pelear, buscar, avanzar, a ver quién puede más. De modo que el mediodía me encontró con un segundo scotch en la mano, un batín paquistaní enrollado en mi cintura, y una semidesnuda azafata sexual montada a horcajadas sobre mis muslos. Me encontraba en Happy Isles, de la Tercera Avenida. (...) Hasta me sorprendí a mí mismo tarareando una vieja canción de Fat Vince. (...) Ya saben, hay tíos que acuden a esta clase de sitios para echarle un polvo a alguna de las furcias que trabajan allí. Pero, cuando alguien se lo propone en serio, mejorar la propia condición no resulta tan difícil. Yo, por ejemplo, sólo había entrado para que me hicieran una paja. 
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Se tiene la sensación, sentado en el taxi y pasando por los túneles, surcos y trampas, se tiene la aguda sensación de que las preocupaciones humanas no son más que pequeñeces; y esa sensación es especialmente intensa en Nueva York, en donde siempre notas la enorme altura, el tremendo peso de las instancias superiores. Allí arriba está todo el control, todo el poder, todo el significado. Aquí abajo no hay nada de eso. Dios ha agarrado las columnas de Nueva York entre los nudillos de su mano derecha, y las ha apretujado. (...) Soy más importante que la gente que veo por la ventanilla, los nómadas, los que se dejan arrastrar por las mareas. Ellos no dirigen nada. Calle Veintitrés. Perros que van y vienen. 

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Así es. Todos vamos perdiendo: diciendo adiós con la mano, o dándonos un besito en la punta de los dedos, da igual, de la manera que sea, todos perdemos algo, nos despedimos de algo que se va encogiendo, alejando, desapareciendo. La vida se reduce a perder, perdemos a la madre, al padre, perdemos el pelo, la belleza, los dientes, los amigos, los amantes, la buena forma, la razón, la vida. No hacemos más que perder, perder, perder. (...)
Si pudiésemos extender el dinero como una delgada capa por encima de todas las cosas, quizás la vida se suavizaría. El mundo estaría más acolchado. Pero la vida, qué dura es la vida. La vida es durísima. Sí, lo es, lo es. Mami, mamá, madre: nunca me lo dijiste. No, nadie me lo dijo. 

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...las mujeres son muy diferentes de nosotros, los tíos, (...) por ejemplo (las mujeres se inclinan hacía uno y otro lado mientras conducen, y se ríen más que nada por amistad, y cogen las bebidas calientes con las dos manos, y se abrazan a sí mismas cuando tienen frío, y detestan los deportes, y dicen Madre mía mucho más a menudo que nosotros, y creen en sí mismas, y te echan la culpa por las cosas que les haces en sus sueños, y son teóricas de las conspiraciones, y dictadores benévolos), pero, pese a todo eso, son terrícolas, como nosotros. (...) Puede que te lo hagan pasar horriblemente mal en casa, pero nunca te lo hacen pasar mal en la calle. Es frecuente que las mujeres obliguen a los hombres a reconocer su lado femenino. Antes pensaba que eso eran cosas de maricas y bolleras, pero ahora ya no estoy tan seguro. Quizás eso explique lo que me está pasando: cada vez soy más tía. 

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