CRÓNICA CONCIERTOS / Vibra Mahou Fest 2025
Desplazado un mes en el calendario
con respecto a la edición anterior, el 4º Vibra Mahou Fest sí que repitió mismo
emplazamiento. Omnipresentes en los circuitos festivaleros, la plataforma de
música de Mahou Cinco Estrellas ya no solo se conforma con organizar girar para
bandas y artistas emergentes por todo el país, sino que han subido la apuesta
montando sus propios festivales.
En el caso del de Gijón, quizás
habría que replantearse seriamente el moverlo de sitio, pues la nave en la que
se celebra dentro del Recinto Ferial Luis Adaro no está precisamente
acondicionada para albergar este tipo de shows en vivo. Y es una verdadera pena:
para los grupos y para el público. Sacarlo a una de las explanas puede ser una solución, a pesar de estar expuestos a la imprevisible
meteorología del Norte.
Porque el cartel es un garantía
para que la gente responda a la llamada. Una vez más se agotaron las 3.500
entradas puestas a la venta, y que sean esas, y no más, es de agradecer para
poder moverte por allí sin agobios o para pedir en la barra sin necesidad de perderte
medio concierto.
La maratoniana jornada la abrieron
Alberto Rodríguez Carrasco y su banda, Los
Acebos, a los que desgraciadamente no llegamos a tiempo de ver.
Sí que llegamos, algo justos, pero on time para la recta final del concierto de Barry B, quien se posiciona en unas coordenadas que no son ni música urbana, ni rock, ni pop. Seguro que en la cabeza del artista de Aranda del Duero hay una playlist de lo más ecléctica, y en estos casos el único objetivo es componer canciones más allá de etiquetas. Hay tiempo para todo: momentos guitarreros como la colabo con Carolina Durante (“Yo pensaba que me ha había tocado Dios”), baladongas (“El lago de mi pena”) o himnos para las nuevas generaciones (“Una infancia mal calibrada”).
Espero que el combo
madrileño-alicantino se escuchase bien ahí arriba en la burbuja del escenario,
porque yo puse toda mi atención para seguir las letras de éxitos como “Travieso”, “Mucho
tiempo contigo”, “Nora” o “Madrid
sin ti”, coreadas con fervor, eso sí, por las primeras
filas. Me molaría pillarlos en una sala pequeña, aunque eso, viendo como han
crecido en el último año, ya se me antoja complicado.
Llegaba el turno de los Sexy
Zebras, pero Jontra ya me había puesto sobre aviso: “na tio, en el Toledo
Beat no hicieron concesiones a sus
primeros discos”. Y yo esperando escuchar “Quiero follar contigo”.
Para mí, un bautismo con su nuevo repertorio, plagado de canciones de su reciente nuevo lanzamiento, “Bravo”.
Me impactó ver cómo funcionaban en directo y como le peña ya se había
apoderado de las nuevas como si fuesen clásicos de la banda de toda la vida.
Además de la que da título al mismo, cayeron “Días de mierda”, “Mañana no
existe”, “Pogo” (¿soy yo o hay mucho de Triángulo de Amor Bizarro?) y como no, “Marisol”.
Hubo margen para meter hits de su anterior LP, como las infalibles “Nena”, “Jaleo”
o “Tonterías”, encargada de cerrar. Reconozco que Gabi Montes y los hermanos
Luna son unos valientes, pues no es fácil darle esquinazo con tanto éxito a tu
pasado.
Otros que saben de eso de cortar con sus raíces son Shinova, pues por mucho que se empeñen en su estética, poco se parecen a quienes fueron en sus inicios. Lógico, madurar también es esto, y más espoleados por el beneplácito de la mayoría. El sonido mejoró con los vizcaínos: al menos a Gabriel de la Rosa se le escuchaba palabra por palabra. Un buen frontman que mide bien la temperatura del show, comedido en el discurso y muy correcto a la voz, lo que también le resta algo de emoción al asunto, como ocurre con el indie actual en general: la mayoría de los grupos a los que se mete en el saco parecen imitarse unos a otros y en sus conciertos, bastante lineales, no hay manera de asomarse al precipicio, y al rock siempre se le exigió un poco de funambulismo. En sus discos, a Shinova sí que se les aprecian pinceladas interesantes, aunque luego en los directos de festivales, se escapen a nuestro oído.
En el Vibra Mahou Fest, para
amenizar la espera entre grupo y grupo, se les da cabida a DJs locales cuya
misión es que el ánimo no decaiga, poniendo a prueba nuestra resistencia.
Y afrontando el último puerto de
montaña llegamos a Zahara, animal escénico que se guía por sus instintos
naturales tanto dentro como fuera del estudio. Eso la hace imprevisible y difícil
de encasillar en un festival. Jontra me había dicho que en el Toledo Beat Festival había
montado un rave a las 7 de la tarde y a plena luz del día, ayer, en una nave y
bien entrada la noche, el ambiente era mucho más propicio para la descarga de sintes.
Y ahí estaba, entre otros, su infatigable compañero Marti Perarnau (con quien
también tiene ese proyecto conjunto bautizado como _Juno). A mitad de concierto Zahara manda subir un baño portátil (como
el de la portada de su último disco, “Lento
ternura”) y una cinta de gimnasio a la que se sube, con mallas y a lo
loco, tras ir quitándose capas del vestuario con el que inicio el concierto.
No estaría de más imitarla el año que viene, pues el Vibra Mahou es casi tan exigente como una jornada de crossfit.
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