LITERATURA / Vladimir Nabokov

VLADIMIR NABOKOV
Risa En La Oscuridad


Obligado a volver a recurrir a la obra de Nabokov tras enamorarme por completo (como a tantos y tantos otros) con "Lolita", "Risa En La Oscuridad" comienza realmente bien, como a él le gusta, resumiendo en unas líneas todo el libro sin entrar en más detalles: “Érase una vez un hombre llamado Albinus, que vivía en Berlín, Alemania. Era rico, respetable, feliz. Un día abandonó a su mujer por una amante joven; amó; no fue amado, y su vida acabó en un desastre”.
Y con desastre se queda corto Vladimir, pues pocos peores desenlaces se le pueden desear a un hombre. Con un humor perverso, la obra transcurre demasiado tranquila durante las páginas, como permitiendo al lector relajarse para que el acontecimiento final le coja con las defensas bajas. Y vaya si lo consigue.  

A buen seguro, el Cupido que tenía asignado era torpe, falto de coraje y carente de imaginación. Y en el transcurso de estas inconsistentes aventuras, había habido centenares de chicas con las que había soñado, pero a las que nunca había llegado a conocer; que había pasado rozándolo y dejándole durante un día o dos esa desesperanzada sensación de pérdida que hace de la belleza lo que es: un árbol distante y solitario destacando en un horizonte dorado: ondulaciones luminosas en el arco interior de un puente; algo completamente inalcanzable. 

......

Le divertía enormemente ver cómo la vida le hacía parecer tonto a uno, cómo incurría inevitablemente en la caricatura. Despreciaba las bromas: prefería verlas ocurrir por sí mismas de vez en cuando, al azar, poniendo de su parte sólo el pequeño toque necesario para que la rueda comenzara a dar vueltas pendiente abajo. Le encantaba, eso sí, embaucar a la gente, y tanto más cuanto menos dificultades entrañara el proceso. Y este hombre peligroso, con un lápiz en la mano, era ciertamente un gran artista. 

......

"La muerte -le había dicho en otra ocasión- no parece ser más que una mala costumbre, que hoy por hoy la naturaleza es incapaz de vencer. Tuve un amigo muy querido, un muchacho apuesto, lleno de vida, con el rostro de un ángel y los músculos de una pantera. Se cortó al abrir una lata de melocotones en almíbar...., ya sabe...., esa fruta grande, suave y resbaladiza que se te deshace en la boca y engulles en un santiamén. Murió a los pocos días de una septicemia. Ridículo, ¿verdad? Y sin embargo..., por extraño que parezca, lo cierto es que, considerada como obra de arte, su vida no habría sido tan perfecto si se le hubiera permitido alcanzar la vejes. Con frecuencia la muerte es la chispa del chiste de la vida. 

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