LITERATURA / Haruki Murakami
HARUKI MURAKAMI
Tokio Blues (Norwegian Wood)
Un aterrizaje cualquiera en un aeropuerto europeo. De fondo, una canción de los Beatles lo inunda todo. Con eso basta para que Toru Watanabe pueda viajar en el tiempo y retroceder a su juventud, al Tokio de finales de los 70, a recordar a esas personas que ya quedaron atrás pero que le acompañarán el resto de su vida.
Con sencillez y con una profunda melancolía, Murakami ha llegado a millones de lectores con esta obra, consolidándose como uno de los escritores más exitosos del momento. A mí, sin embargo, no me ha acabado de convencer.
A mediados de abril Naoko cumplió veinte años. Puesto que yo había nacido en noviembre, ella era siete meses mayor. No acababa de hacerme a la idea de que ella cumpliera veinte años. Me daba la impresión de que lo normal sería que, tanto ella como yo, viviéramos eternamente entre los dieciocho y los diecinueve años. (...) Eso sí tendría sentido. Pero ella había cumplido veinte años. Y yo en otoño también los cumpliría. Sólo un muerto podía quedarse en los diecisiete años para siempre.
......
- La mañana es la parte del día que más me gusta -dijo Naoko-. Todo parece que acabe de empezar. Por eso, cuando llega el mediodía, me siento triste. El atardecer es la parte del día que más detesto. Todos los días pienso lo mismo.
- Y, mientras tanto, todos nos hacemos mayores. Pensando si llega el día o cae la noche -comentó Reiko con expresión risueña-. El tiempo vuela.
......
La mayoría de los chicos en esta universidad son unos idiotas. Viven temblando de miedo de que los demás se den cuenta de que no saben algo. Todos leen los mismos libros, dicen las mismas cosas, todos se emocionan escuchando John Coltrane y viendo películas de Pasolini. ¿Es esto la revolución?
......
- De vez en cuando me entran unas ganas irrefrenables de acostarme con alguien -reconocí.
- Pero si estás enamorada de una chica, ¿por qué no lo haces con ella? -preguntó Hatsumi tras reflexionar unos instantes.
(...)
- No lo sé -dije-. A veces yo también lo pienso.
- ¿Por qué lo haces?
- Porque a veces necesito calor -volví a reconocer-. Si no tengo la calidez de una piel me siento muy solo.
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