CRÓNICA CONCIERTOS / The Delta Saints + Queen Bitch
THE DELTA SAINTS
+ QUEEN BITCH
El Club del Niemeyer (Avilés)
Sábado 14 de noviembre 2015
Dos bandas (The
Delta Saints + Queen Bitch) nos brindaron una fastuosa noche de rock and
roll a pesar de los nebulosos recuerdos de los atentados de París de la
noche anterior.
TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
Un buen día un buen hombre me dijo que no
existe en la vida experiencia comparable a la de una primera vez, y partiendo
de esa premisa, la misma experiencia irá perdiendo esencia con cada repetición.
Recuerdo la primera vez que ví a The Delta Saints en directo, y cómo me volaron
la cabeza por completo. Es lo que tiene ir a un concierto sin expectativas y
encontrarte a estos chicos de Nashville sobre las tablas.
Sabedor de que nuestro segundo encuentro
no tendría la magia del primero, intenté contagiarme de las emociones de
aquellos que debutaban. Y por lo visto en la Sala El Club del Niemeyer había unos
cuantos, pues la afluencia duplicaba fácilmente la de su anterior visita a
Avilés.
Seguro que también tuvieron parte de
culpa lo teloneros, los asturianos Queen Bitch, quienes estrenaban su segundo largo,
“The Soul Salvation”, del que extrajeron algunas piezas, cómo la sorprendente
“Gosphel Of Judas” o “The Storm”, dos claros ejemplos de la versatilidad y el
buen gusto de los de Oviedo. Un más que digno grupo invitado a los que habrá
que seguir la pista muy de cerca.
Tras el suculento show de Queen Bitch
llegaba el turno de The Delta Saints, quienes volvían a Avilés con nueva
formación (Vincent Williams a la batería) y nuevo disco (su tercer largo,
“Bones”). Y sobre “Bones” gravitaría gran parte de su actuación. Para su tercer
disco de estudio, The Delta Saints optaron por escoger el camino más complejo,
algo que no sorprende en absoluto dado su carácter inquieto y curioso en cuanto
a perspectivas musicales se refiere. Es “Bones” una obra madura, valiente y
arriesgada, distanciada de los patrones habituales, ese blues rock grasiento y
speedico que tan bien les funcionó. Sin perder un ápice de autenticidad en su
característico sonido, y decididos a explorar nuevos horizontes, el quinteto se
ha enfrascado de psicodelia, ha respirado los aromas del folk rock y se ha
dejado envolver por el polvo del desierto. Resumiendo, han conseguido asfaltar
su propia autopista, la que conecta los pantanos de Luisiana con los tugurios
de mala muerte de Texas o Chicago. Y aún así, son muchos los que no han
digerido bien su nuevo álbum.
Pero “Bones” funciona asombrosamente bien
en directo, empastando a la perfección con sus anteriores obras. “Zydeco”, la
titular “Bones” y el single “Heavy Hammer” se encargan de demostrarlo en los
primeros compases. Se mantienen esos ramalazos funky (con el contagioso groove del
bajista David Supica) y el frenético blues rock directo a la espina dorsal (con
colección delays y slides cortesía de Dylan Fitch), y los largos desarrollos
(donde tan pronto se dejan perder en las atmósferas psicodélicas que crean los
teclados de Nate Kremer, como se visten de etiqueta para jugar a ser una
formación de jazz practicando rock and roll) amplían notoriamente el abanico de
posibilidades.
Filtrando su nueva cosecha con la ya recogida
se entrelazan cortes cómo “Berlin”, “Into The Moon”, la soberbia “Dust” (que
les acerca a unos sobrios Black Keys) o la preciosa “My Love”, con la que
recordarían los atentados ocurridos en París la noche anterior. John Lennon
dijo en su día “vivimos en un mundo
donde nos tenemos que esconder para hacer el amor, mientras la violencia se
practica a plena luz del día”. No hizo falta parafrasear al Beatle pues el
mensaje era el mismo: más amor señores, que nunca sobra. Uno de los momentos
más bonitos de la velada.
Y hubo muchos. Cómo
la impresionante versión que firmaron del “The Chain” de los Fleetwood Mac. Una
cover de autor, llevada a su terreno como ya hicieron en su día con el “Crazy”
de Gnarls Barkley.
El ritmo se
apodera de la sala cuando atronan los temas más conocidos. Cómo “Death Letter
Jubilee” (a ver quién se atreve a toserles tras esto), el frenético “Boogie”,
“The Devil´s Creek”, “Pray On”, o “Cigarette”, elegida cómo bis y canción de
despedida. Solo cuando se disparan las revoluciones Ben Ringel es capaz de
sacar todo su nervio, sacándole chispas a su precioso dobro.
Justo al acabar, aún con la temperatura corporal elevada, otra
vez ese pensamiento de haber asistido a otra poderosa exhibición de una banda
que ahora mismo compite consigo misma para alcanzar un potencial que asusta
sólo con imaginarlo.
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