CRÓNICA CONCIERTOS / Dead Bronco
DEAD BRONCO
El Club del Niemeyer (Avilés)
Viernes 4 de diciembre 2015
En constante estado
de forma, Dead Bronco ofrecen otro concierto vigoroso con el que obligan al
personal a seguirles el ritmo. Tarea tan exigente cómo gratificante.
TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
Transita la muchedumbre por el marciano
entorno del Niemeyer, buscando refugio en la subterránea Sala Club, como si de
un cantina o bar de carretera se tratase, luciendo perchas con sus mejores galas: ellos,
con chalecos (vaqueros o de cuero) adornados por parches y motivos moteros, con
sus gorras de rejilla, sus bigotes y barbas pobladas, y sus tatuajes vintage y/o
old school; ellas, con sus camisas de leñador a cuadros, sus pañoletas
cubriendo parte de la cabellera, y sus tatuajes de estilo Pin-Up en brazos y
piernas. Los Dead Bronco estaban en la ciudad.
Son Dead Bronco una banda peculiar, de
esas en peligro de extinción, tan genuina que se formó en mitad de la calle, en
un encuentro casual en el barrio de Algorta (Getxo), donde un nómada llamado
Matt Horan paseaba por allí mientras unos músicos callejeros ponían banda
sonora a la tarde primaveral. Horan, siguiendo unos impulsos naturales, pidió
enrolarse con ellos, y ese fue el germen de este combo que vive en la
carretera, en un tour itinerante que no se detiene nunca.
Por ello no sorprende lo bien que se
desenvuelven en su hábitat natural (los escenarios), cocinando su propia receta
musical, a base de Punk, Rockabilly, Country, Swing, Honky Tonk o Folk,
bautizando esta cómo “Broncobilly”, un estilo y una etiqueta en sí mismas.
Durante una hora y media de concierto, nos remiten a los años 50 o 60, a la
árida Arizona o a la polvorienta Texas, recordando tanto al punk gitano de
Gogol Bordello cómo al rock sureño made in Spain de Arizona Baby.
Manu Heredia a la guitarra y al banjo,
Jokin Corral a la batería, Oscar Calleja al contrabajo, Danny Merino al Lap
Steel, y el carismático Matt Horan a la voz y a la guitarra, se compenetran con
naturalidad, sin alardes, buscando el bien común, prestando su servicio al
beneficio de la banda. Y sin mucho tiempo para descansos (únicamente los
necesarios para beber un trago de cerveza), se ventilan 25 temas casi sin
pestañear, donde entra casi todo su repertorio: los hits de su debut “In Hell”
del año 2013 (“False Hearted Lover´s Blues”, “Drinking Sons” o “Take Me Home”),
los pepinazos de su disco de reválida "Penitent Man" (la encargada de dar título al mismo, o la irresistible “Big
City Mama”) o las covers de homenaje al señor Hank Williams (incluidas en su
último trabajo, ese EP de 5 canciones bautizado como “Moanin`The Blues”).
Cuando regresaron para hacer los bises (o
segunda parte –y final- del concierto, pues esta vino en forma de 8 canciones) interpretaron
“Old Cold Mountain”, una pieza ideal para separar fases por lo alejada que está
del resto del repertorio. La única sombra a un concierto impecable sería
achacar la monotonía que producen algunas canciones por el hecho de parecerse
demasiado, aunque apreciando la versatilidad de los de Getxo, y sus inquietudes
artísticas, esto es algo que subsanarán en el futuro, siempre y cuando les dé
la real gana. Vista la buena reputación
de la que gozan, tampoco es algo que les haga mucha falta.
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