LITERATURA / José Luís Alvite

JOSÉ LUIS ALVITE
Lilas En Un Prado Negro


Escribió de él J.M.Amilbia "Alvite es muchas cosas y sus contrarios: niebla y luz, descalabro y arquitectura, pesimismo radical y una chispa de esperanza desconocido o escondida en las manchas de una gabardina muy usada. Un tipo que escribe brillantes y sorprendentes frases como latigazos, frías como un cuchillo de hielo mojado en un martini seco, en servilletas de papel, sentado al fondo de la barra de un bar solitario, haciendo méritos para un cuadro de Edward Hopper, y la intuición de que lo que más ama ese tipo ahí sentado al fondo de la barra es la soledad y el silencio, suponiendo que esa noche le apetezca amar algo". José Luis Alvite es un tipo peculiar, de eso no hay duda, y en su prosa se refleja. Este libro deja frases para recordar. Sin duda, todo un descubrimiento. 

¿Cómo consigue un hombre alcanzar la locura de manera gradual, casi elegante, con la paciencia de un pecador y la certeza de un creyente? ¿En qué condiciones de tensión social o intelectual un ser humano pierde la noción de lo ecuánime y se desvía de la aritmética de los valores corrientes para caer en un estado de alucinante marginalidad mental? ¿Se siente lo mismo cayendo en la locura a consecuencia de ciertos hábitos culturales o sociales, que sufriendo un fuerte golpe en la cabeza con una llave inglesa? ¿No será que la locura constituye un estado intelectual más allá de los límites de la amodorrada cultura de masas?

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Me he pasado la vida tropezándome con la mujer anterior a la que me interesaba y con la mujer posterior a la que me convenía, con esa especie de mujer del medio que sólo te sirve como ayuda para amontonar como lastre en tu espalda los remordimientos, el sueño y los fracasos. 

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He hecho muchas cosas en este país. Nada serio; nada fijo. Aquí nadie muere donde nace y son pocos los que se despiertan donde se acostaron. Muchos niños se parecen a tres padres y a cuatro perros distintos. Vivo entre miserables, facinerosos y soñadores, tipos variables y complicados, la clase de gente en quienes lo más pesado del equipaje suelen ser sus manos y las asas de sus maletas. 
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Gracias a la imaginación, todos estuvimos alguna vez en lugares en los que jamás pisamos, mantuvimos relaciones con mujeres que ni siquiera existieron, hicimos cosas, amigo mío, que nos sirvieron para comprobar que la imaginación te puede llevar lejos, todo lo lejos que quieras, sin necesidad de salir de casa ni facturar el equipaje. 

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A la mayoría de los pacientes del manicomio les dices una cosa y al cabo de un rato ni siquiera recuerdan haberte visto. (...) Será por eso por lo que casi ninguno tiene maldad, que es algo que sólo se conserva con el rencor, ese ácido sentimiento tan relacionado con la memoria. Cuando salen de paseo y rompe a llover en la finca de Restande, mis colegas regresan impasibles, como si volviesen de tomar el sol, y lo cierto es que del invierno sólo recuerdan el estribillo fácil de las gotas de lluvia en las gabardinas. 


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