CRÓNICA CONCIERTOS / John Mayall & The Bluesbreakers
JOHN MAYALL
& THE BLUESBREAKERS
Teatro La Laboral (Gijón)
Viernes 17 de febrero de 2017
No me diga que el bueno de John
sigue en activo. Pero, ¿Cuántos años tiene? Cumplió en noviembre 83 primaveras.
Pues le había perdido la
pista. Pues tiene delito
porque el chaval no para de editar
discos, el último, “Talk About That”, en 2016. John Mayall es para el Blues lo que
Andrés Iniesta para el fútbol español: una institución a la que se le debe
mucho, por algo llena y es ovacionado allá a donde va. Incluso en San Mamés.
Vamos, que hubo Sold Out en La Laboral. Como no podía ser de otra manera. No se ve a una
leyenda así todos los días.
No quiero sacar punta, pero
con 83 años… 83 años muy
bien llevados, con toda la energía que un cuerpo de esa edad puede soportar.
Sigue teniendo unos dedos listos, aunque estos se posen más en los teclados que
en la guitarra. A las seis cuerdas la velocidad ya no es la misma, y la magia
tampoco. Eso sí, excelso con la armónica.
¿Y los Bluesbreakers? ¿Qué
formación llevaba? Formato
trío. Le acompañaban el bajista Greg Rzab y el percusionista Jay Davenport. Si no los conoce no se
asuste, seguramente tampoco le sonaban los Eric Clapton, Peter Green o Mick
Taylor antes de que estos se enrolasen en Cream, Fleetwood Mac o los Rolling
Stones respectivamente. Por los Bluesbreakers pasaron algunos de los mejores
músicos de la historia, así que huelga decir que Mayall no va a tocar con unos
mancos. Greg Rzab es un excelente guitarrista que ha trabajado (bien en
estudio, bien sobre los escenarios) con Jimmy Page, Carlos Santana, Eric
Clapton, Jeff Beck, The Allman Brothers Band, Stevie Ray Vaughan, Gov´t Mule o
Black Crowes, lo que da una idea de su nivel. Como bajista es un virtuoso que
consigue agitar el show cuando este flojea, dándole unos aires funky muy
agradecidos al blues más clásico. A los puristas quizás esto no les convenza.
Otros, en cambio, lo recibieron como aire fresco. Jay Davenport es uno de los
percusionistas más demandados de la escena de Chicago, una fama totalmente
justificada al verle en escena: un músico impecable en la ejecución, que
sostiene a sus dos compañeros durante todo el show, permitiéndoles las
licencias que él no se puede permitir, y menos en un formato como este.
Hábleme un poco del
repertorio. Abrió con
“Dancing Shoes” de los Bluesbreakers, cerró con un bis esperado por todos, el
“Room To Move” (extraído de uno de sus trabajos más celebrados, el “The
Turning Point” del 69), y entre medias, empastaban bien cortes de nuevo trabajo
como “It´s Hard Going Up”, “Goin´ Away Baby” o “The Devil Must Be Laughing”. Dos horas de concierto para alguien que supera los 80 años. Decir meritorio es quedarse corto.
¿No me va a decir ni un pero? Sí, y uno notable. En bastantes ocasiones el formato
batería-bajo-armónica/teclados sonaba demasiado desnudo y la ayuda de un
guitarrista (¿por qué prescindiría de los servicios de Rocky Athas?) se echó
demasiado en falta.
Acabaría reventado el pobre
Mayall. ¿Si le digo que
lo primero que hizo nada más bajarse del escenario fue ir al puesto de merchandising a vender y firmar discos
le respondo a la pregunta? Genio y figura, se lo digo yo. Si no existiese,
habría que inventarlo.
Comentarios
Publicar un comentario