FOTOGRAFÍA / Crónicas del Paso
Había noches en que El Paso era EL PASO. Sabías cuando entrabas pero nunca cuando ibas a salir de allí. La frontera la delimitaba una simple puerta: la que separaba la calle del propio local. Dando un simple paso uno dejaba atrás el mundo real y se adentraba en un templo donde el Blues era religión. Un tugurio de los que ya no quedan, de esos en peligro de extinción.
En una carretera abandonada tras la apertura de la autovía, en ese Km 122 de la N-632, los conductores quizás percibían de soslayo una pequeña luz de neón. Pero escondido tras la arboleda no estaba precisamente lo que ellos pensaban (¿un puticlub?). Como dijo en un artículo Boni Pérez, "por El Paso no se deja caer uno así como por azar; a El Paso se va con toda la intención del mundo". Alguno lo definió como "La Teta Enroscada", el bar de carretera en el que se centra la acción de "Abierto Hasta El Amanecer", el film de Robert Rodríguez.
Y un sitio así no podía tener un dueño convencional. Allí estaba Rafa, un tipo que asqueado de pasarse años en una discoteca donde no podía programar la música que él quería (la Quattro de Avilés), perseveró hasta abrir un garito a su gusto: un lugar donde todos los fines de semana hubiese música (GRATIS) en directo, Blues y Rock&Roll principalmente, música alejada de las modas y del mainstream, música no apta para el postureo, música para oídos selectos. Hablamos del año 1994 y así estuvo durante 22 años. Y si la vida no fuese como es apostamos a que seguiría al pie del cañón a día de hoy.
Y si Rafa lo consiguió fue a base de tozudez. Congregó a un buen puñado de fieles (los "pasosos") que iban y venían por temporadas. Como yo, que fui de la última hornada de "pasosos". Conocí el sitio tarde, pero el flechazo fue inmediato, y en los últimos años, mis visitas fueron frecuentes. Unas veces solo. Otras acompañado. Anda que no llevé a gente de todo tipo. Y los que me quedaron.
Tengo un recuerdo muy nítido de la primera vez. Una tarde de sábado que estaba yo tirando fotos en un desfile en Vegadeo y recibí la inesperada llamada de un amigo.
- ¿Vienes a un concierto esta noche?
- Joder Canalo, dame más datos tio. Dime dónde, quién toca y estas cosas.
- Mira que yes rancio nin, ¿vienes o no? Es en El Paso, y el grupo son unos colegas míos que hacen Afrobeat.
- Bufff.
- Ya está el señorito.
- Venga va, a tomar por el culo. Vamos.
Aquella noche me impactó tanto que tuve que escribir al llegar a casa. Como si fuese Hunter S.Thompson. La fauna y flora que allí se citaba era digna de estudio. Y el concierto de Yorubatukada, con los músicos metidísimos, en pleno trance y en constante improvisación, fue idóneo para mi primera toma de contacto.
Y un sitio así no podía tener un dueño convencional. Allí estaba Rafa, un tipo que asqueado de pasarse años en una discoteca donde no podía programar la música que él quería (la Quattro de Avilés), perseveró hasta abrir un garito a su gusto: un lugar donde todos los fines de semana hubiese música (GRATIS) en directo, Blues y Rock&Roll principalmente, música alejada de las modas y del mainstream, música no apta para el postureo, música para oídos selectos. Hablamos del año 1994 y así estuvo durante 22 años. Y si la vida no fuese como es apostamos a que seguiría al pie del cañón a día de hoy.
Y si Rafa lo consiguió fue a base de tozudez. Congregó a un buen puñado de fieles (los "pasosos") que iban y venían por temporadas. Como yo, que fui de la última hornada de "pasosos". Conocí el sitio tarde, pero el flechazo fue inmediato, y en los últimos años, mis visitas fueron frecuentes. Unas veces solo. Otras acompañado. Anda que no llevé a gente de todo tipo. Y los que me quedaron.
Tengo un recuerdo muy nítido de la primera vez. Una tarde de sábado que estaba yo tirando fotos en un desfile en Vegadeo y recibí la inesperada llamada de un amigo.
- ¿Vienes a un concierto esta noche?
- Joder Canalo, dame más datos tio. Dime dónde, quién toca y estas cosas.
- Mira que yes rancio nin, ¿vienes o no? Es en El Paso, y el grupo son unos colegas míos que hacen Afrobeat.
- Bufff.
- Ya está el señorito.
- Venga va, a tomar por el culo. Vamos.
Aquella noche me impactó tanto que tuve que escribir al llegar a casa. Como si fuese Hunter S.Thompson. La fauna y flora que allí se citaba era digna de estudio. Y el concierto de Yorubatukada, con los músicos metidísimos, en pleno trance y en constante improvisación, fue idóneo para mi primera toma de contacto.
Yorubatukada
El concierto de Jimmy Barnatán también tuvo muy buena acogida. Quizás fuese también por la presencia de Virginia Labuat ("¿De qué me suena esa moza? ¿De O.T? ¿No me digas?"), que aquella noche atrajo a algunos no habituales, que unidos a la pandilla de moteros que apareció después, consiguieron una de esas atmósferas tan peculiares de El Paso. Que no se nos olvide la presencia a las 6 cuerdas un crack como Sergio González, habitual compañero de fatigas de Jimmy.
Jimmy Barnatán, Virginia Labuat & Sergio González
También tuve la oportunidad de "celebrar" mi cumpleaños allí. Ante la falta de socios para aquel sábado noche, decidí en el último momento coger el desvío y tomarme una merecida copa a mi salud. Noté el fuego nada más traspasar la puerta, el que estaban provocando Los Winters invocando el espíritu del bueno de Johnny Winter. Y es que si te atreves a hacer una banda tributo del albino de Beaumont es que tienes que ser muy fino.
Los Winters
En cada visita siempre había cierta expectación, ya no por la banda que tocase, sino por lo que te podías encontrar allí. Aunque para entender lo que es El Paso hay que ir más de una vez, pues cada noche allí la historia que se escribe es diferente.
De vez en cuando Rafa arriesgaba invitando a bandas acostumbradas a tocar en otro tipo de hábitat. Ocurrió con Lazy, unos cántabros que no acabaron de mimetizarse en un ambiente frío con poquísima gente. Si quise impresionar a mi acompañante, elegí la peor noche de todas, pues el show no estuvo a la altura. Ocurrió lo mismo con Chanelando, un combo de flamenco fusión que sin embargo sí que dejaron cosillas interesantes.
Lazy
Chanelando
Y a comienzos de enero llegó la última noche. Nadie podía imaginarse que aquel sería el último concierto en el Templo, pero a posteriori, muchos de los presentes coincidieron en que aquella velada se respiraba algo especial. En una visita anterior, Rafa me había comentado que estaba desilusionado con la gente, ahora los "pasosos" preferían quedarse en casita a ver un concierto de Blues. Pero a pesar de la floja afluencia de aquellos conciertos previos, el concierto de despedida fue grande, con el bar hasta arriba y con el vozarrón de Lady Pepper llegando a cada rincón del local.
Lady Pepper
Días después recibí esa llamada que me dejaría helado, y huérfano de un tugurio al que muchos considerábamos como una segunda casa. Hay personas con las que pasas gran parte de tu vida y no consiguen dejarte huella. A Rafa le bastaban un par de encuentros para provocar todo lo contrario. ¿Cuantas locuras en forma de proyectos tenía en la cabeza? ("Jontra tenemos que hacer un festi de dos días aquí"; "tenemos que hacer el programa de radio que grabamos -abajo está el enlace para el que le interese- pero aquí en directo"; "¡Se acabó!, voy a poner un bus desde Cudillero a disposición de todo el que quiera venir, lo pago yo, así ya no tienen excusas"....) La colección de locuras era tremenda, pero, ¿acaso El Paso no era una locura en sí mismo? Y mirar en lo que se convirtió.
Nos quedó un café pendiente, y no veas lo que me jode Rafa.
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ADOUMA / Programa especial "El Paso"
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