LITERATURA / Félix De Azúa
Más escritor que novelista, Félix De Azúa se propuso con esta obra encontrar "su" lector idóneo: serio, nada académico, muy leído y con buen gusto literario. Esta es la historia de un idiota cualquiera contada por él mismo, con mucho sentido del humor y un afilado sarcasmo. Al final, la cabra tira al monte y a Félix le ha salido más un ensayo filosófico que una novela.
La lacra de la felicidad infantil ha extendido el deporte hasta convertirlo en un negocio de estado, sólo comparable con la fabricación de armamento nuclear; y ha rebajado las exigencias morales de los inexistentes adultos a niveles de jardín de infancia. No es de extrañar que en la actualidad la población desarrollada sea prácticamente analfabeta, a la manera de los niños, es decir, con una cantidad ingente de información inútil ocupando la totalidad del cerebro.
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Tenía yo los dieciocho cumplidos cuando por fin se me ofreció un atisbo del contenido de la felicidad sexual, es decir, de la copulación considerada como un acto verdaderamente impuro. (...) Se llamaba Victoria; (...) no me gustaba nada, pero de la misma manera que a un niño no le puede gustar la ginebra y siempre elegirá en su lugar un chicle de fresa. (...) Era de una desnudez sobrenatural, metafísica, muy distinta a la desnudez de las niñas, por desarrolladas que estas fueran, ya que no dependía del mayor o menor número de prendas que utilizara -estaba desnuda incluso con un abrigo de foca- sino de la puesta en escena del conjunto de sus miembros, los cuales eran, como en algunas divinidades hindúes, múltiples, llegando a poseer, en situaciones extremas, hasta seis o siete pechos, media docena de culos y un número ilimitado de vulvas. Su desnudez afectaba, además, a todos los sentidos corporales; (...) Esa cualidad hiperfísica le permitía todo tipo de obscenidades, y, dada mi necesidad de conocer, se entregó a ellas con denuedo.
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