LITERATURA / Thomas Harris

THOMAS HARRIS
Hannibal

"El silencio de los corderos" puso el listón tan alto, que no es de extrañar que a muchos les haya sabido "a poco" este "Hannibal", basado en reencuentro, siete años después, del Doctor Lecter con la agente especial del FBI Clarice Starling. Pues a mí, qué queréis que os diga, "Hannibal" me ha gustado bastante. Thomas Harris nos invita a entrar en la cabeza del doctor Lecter para que podamos entender el porqué de su comportamiento. Recomiendo evitar comparaciones con los anteriores episodios, pues estas ya se sabe que son odiosas, y a menudo, injustas. 
- Basándose en unos pocos encuentros, fue capaz de descubrirme un puñado de verdades sobre mí misma. En mi opinión es muy fácil confundir la perspicacia con la simpatía, por la desesperada necesidad de simpatía que todos sentimos. puede que aprender a distinguirlas forme parte del proceso de hacerse adulto. Es duro y desagradable darse cuenta de que alguien puede comprenderte sin que ni siquiera le gustes. Y cuando ves la comprensión usada como arma por un depredador, no te queda por ver nada peor. 
.........

Allí había tenido lugar el encuentro más importante de su vida. Allí se había sentido asombrada, confundida, sobrecogida. En aquel lugar había escuchado cosas sobre sí misma tan terriblemente ciertas que el corazón le había retumbado como una enorme y grave campana. (...)
Sobre cualquier otro, prevaleció un sentimiento de decepción. La celda estaba tan vacía de su antiguo ocupante como la muda abandonada por una serpiente. Starling se dio cuenta en ese momento de algo en lo que apenas había reparado: el peligro y la muerte no tienen por qué llegar embozados en un manto terrible. Pueden alcanzarlo a uno en el aliento perfumado de un amante. O en una tarde soleada junto a un mercado de pescado, mientras "Macarena" retumba en un estéreo. 

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Para el doctor Lecter, el aire estaba pintado con olores tan vivos y nítidos como colores, que podía superponer y contrastar como si aplicara pigmentos sobre otros aún húmedos. No había lugar más distinto a un cárcel que aquel. Allí el aire era música, y estaba saturado de pálidas lágrimas de incienso esperando a ser extraídas, de bergamota amarilla, madera de sándalo, cinamomo y mimosa concertadas sobre un sustrato al que el genuino ámbar gris, la algalia, el castóreo y la esencia de cervatillo aportaban las notas dominantes. (...)
Por buenas razones anatómicas, el olfato sirve a la memoria con más prontitud que ningún otro sentido. 

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