LITERATURA / Miguel Delibes

MIGUEL DELIBES
Los Santos Inocentes


Es complicado discutir a Miguel Delibes: todas sus obras tienen una calidad incuestionable y en cada una de ellas el escritor vallisoletano parece reinventarse. Su nivel de autoexigencia fue tal, que en una ocasión declaró que, de todas sus obras, "Los santos inocentes" pudo haber sido la única por la que sentía realmente orgulloso.
Publicada en 1981 y ambientada en algún cortijo extremeño allá por 1960, el texto fue llevado con rotundo éxito a la gran pantalla por Mario Camus, quien contó en el reparto con dos imperiales Paco Rabal y Alfredo Landa, encargados de dar vida a dos personajes inolvidables como el Azarías y Paco "el bajo" respectivamente. 
Un libro obligatorio. No es necesario añadir mucho más. Léanlo. 
...bien mirado, el Azarías era un engorro, como otra criatura, a la par que la Niña Chica, ya lo decía la Régula, inocentes, dos santos inocentes, eso es lo que son, pero siquiera la Charito para quieta, que el Azarías ni a sol ni a sombra y, a la noche, ni pegar ojo, con sus paseos y carraspeos, y si se ponía a rutar era lo mismo que un perro, y así hasta la amanecida que asomaba a la corralada, mascando salivilla, el pantalón por las corvas, y los porqueros y los guardas y los gañanes, siempre la misma copla, 
Azarías, ¿vas de pesca?
y él sonreía a la nada, según rascaba los aseladeros y torneaba juntando las encías, y, al concluir, tomaba una herrada en cada mano y decía, 
me voy por abono para las flores. 
.........

...de este modo, iban transcurriendo las semanas hasta que un buen día, al apuntar la primavera, el Azarías se transformaba, le subía los labios como una sonrisa tarda, inefable, y, al ponerse el sol, en lugar de contar los tapones de las válvulas, agarraba al búho y salía on él al encinar y el enorme pájaro, inmóvil, erguido sobre su antebrazo, oteaba los alrededores y, conforme oscurecía, levantaba un vuelo blando y silencioso y volvía, al poco rato, con una rata entre las uñas o un pinzón y allí mismo, junto al Azarías, devoraba su presa, mientras él le rascaba entre las orejas, y escuchaba los latidos de la sierra, el ladrido áspero y triste de la zorra en celo o el bramido de los venados del Coto de Santa Ángela, apareándose también, y, de cuando en cuando, le decía, 
la zorra anda alta, milana, ¿oyes?

.........

...pero el Azarías, sentado orilla una jara, en el rodapié, sostenía el pájaro agonizante entre sus chatas manos, la sangre caliente y espesa escurriéndole entre los dedos, sintiendo, al fondo de aquel cuerpecillo roto, los postreros, espaciados, latidos de su corazón, e, inclinado sobre él, sollozaba mansamente, 
milana bonita, milana bonita...

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