VIAJES / Polonia


P  O  L  O  N  I  A
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FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Mi viaje a Polonia se justificaba en una parada: el complejo de Auschwitz. Hay viajes y viajes. Se puede ir una semana a algún destino de playa a descansar y a desconectar y es totalmente lícito, como lo es visitar este tipo de lugares en los que uno no sale de la misma manera que entra. Cualquier persona que no tenga una piedra por corazón se verá sobrecogida al pisar un campo de concentración y palpar la atmósfera. No me voy a explayar en una historia que conocemos de sobra, pero no es lo mismo visualizarlo en películas o documentales que estar allí presente. Visita obligada. 

Cabe la posibilidad (y para mí es recomendable) de realizar dos visitar turísticas en el mismo día desde Cracovia. Si se reserva Auschwitz para por la mañana (prepararos para el madrugón) bien se puede aprovechar la tarde para desconectar de aquel horror y cambiar a una dinámica un tanto diferente en las Minas de Sal de Wieliczka: un recorrido turístico de unos 3,5 kilómetros a 125 metros de profundidad dónde se pueden encontrar figuras de sal que esconden todo tipo de historias y leyendas, y sobre todo, un salón gigante con una capilla impactante. 

Este es un día sin duda bien aprovechado, pero a mí me sobraban otros dos, que dediqué a explorar las dos principales ciudades del país: Varsovia y Cracovia. 

La primera, la conocida como "París del Este", cerrando heridas aunque manteniendo visibles sus cicatrices. Memorias que esconden edificios como el Palacio de la Cultura o la Ciencia que no trae buenos recuerdos a los polacos. Varsovia ha sido reconstruida, basándose en parte, en pinturas de Marcelo Bacciarelli y Bernardo Bellota que se pueden ver en las mismas calles para contrastar el antes y el después. Tomando como referencia la Ruta Real podemos dar con la Ciudad Vieja y callejear por las calles empedradas para encontrarnos con la Plaza del Mercado Viejo (custodiada por el símbolo de la ciudad, la sirenita, en mitad de la plaza), el Castillo Real, la Catedral de San Juan, y seguimos explorando hasta llegar a la Barbacana, la muralla que ejercía como bastión para proteger la ciudad. No tuve tiempo de escapar al Barrio Judio, ni a la famosa Universidad, pero sí para desconectar en el gran parque Lazienki, con el Palacio de la Isla y la estatua dedicada a otro símbolo de la nación: el virtuoso músico Frédéric Chopin (antes de los controles de seguridad de los aeropuertos suena su música, así como en bancos esparcidos por la ciudad, donde al sentarse se escuchan sus composiciones). 

No se esconde la rivalidad entre Varsovia y Cracovia. Casi 3o0 kilómetros camino al sur, damos con  Cracovia, casi en la frontera con la República Checa y Eslovaquia. No hace falta elegir entre una y otra pues cada ciudad tiene su propia personalidad, pero ya de mojarse, tengo claro que pasaría más tiempo en Cracovia, dónde se respira más vidilla, especialmente en la Plaza del Mercado y todas las callejuelas que la bordean. El Barrio Judio es la zona hypster y tiene un montón de garitos chulos. Desde la pequeña colina, coronando la ciudad, encontramos el Castillo de Wawel o la Catedral, y desde allí vistas al río Vistula, el más grande de Polonía y que atraviesa la ciudad. 


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Varsovia




















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Auschwitz - Birkenau
















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Minas de sal de Wieliczka






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Cracovia





















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