LITERATURA / E.L.James


E.L.JAMES
50 Sombras De Grey


Una campaña de marketing sin precedentes la asentó en el mercado como la novela que todo el mundo debía leer. Si todo el mundo hablaba de ella era porque nos la metían (absténganse mal pensados) por los ojos. En cualquier escaparate, en cualquier revista, en cualquier canal de televisión, en cualquier tertulia. Es obvio pues, que despertara (despierte) semejante interés. 

El éxito de E.L.James puede verse de dos maneras. Consciente de sus limitaciones como escritora, más que evidentes si examinamos esa prosa lineal e infantiloide, ELJ ha fabricado una obra diseñada para vender. Buscó un tema que capte la atención (¿existe uno mejor que el sexo?) y adaptó la narración para que hasta un niño de 10 años pudiera leerla con suma facilidad (espero que no sea el caso). Si esto es así, la autora estará riéndose a carcajada limpia desde su mar de billetes. 
La otra forma de verlo es que si, consciente de sus limitaciones, quiso probar suerte sin más expectativas que la de publicar una obra a su nombre,  y para su sorpresa, el éxito le estalló en la cara inexplicablemente, siendo la más afortunada del planeta. En este caso también tendrá tatuada una sonrisa eterna.   

Aunque pase unas ganas indescriptibles de criticarla sin miramientos y de explicar (MI OPINIÓN, lo recalco en mayúsculas para que uno se cerciore de que es solo una opinión, y es igualmente respetable) porque pienso que triunfa y porque a determinadas mujeres les gusta tanto, la omitiré por ser políticamente correcto y para que nadie se sienta ofendido. 

¿La historia? Simple. Anastasia Steele se hace cargo de entrevistar a Christian Grey, el hombre perfecto, y cae cautivada ante semejante Dios. Atractivo y seductor, Ana sucumbe a todos sus encantos hasta verse arrastrada al oscuro y sádico mundo de este.  Para cuando quiere darse cuenta, Ana se ve obligada a elegir entre abrazar la oscuridad y todo lo que esto conlleva o escapar corriendo mientras este a tiempo. Una parte de ella lo desea, pero el impulso y el deseo sexual desenfrenado ("la diosa que lleva dentro" -sic- sin comentarios) se lo impide. 

"Mete las manos entre mis cabellos y me sujeta la cabeza. Su beso es exigente, su lengua y sus labios, persuasivos (...) Una mano sigue en mi pelo, y la otra recorre la columna hasta la cintura y sigue avanzando, sigue la curva de mi trasero y me empuja suavemente contra sus caderas. Siento su erección, que me empuja lánguidamente contra mi cuerpo."

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