CRÓNICA CONCIERTOS / Ara Malikian
ARA MALIKIAN
La Nave de El Puerto (Navia)
Lunes 3 de agosto 2015
Hace (ya) 15
años, Juan Coloma y Horacio Icasto unían fuerzas y talento, y desde entonces, el festival que lleva el nombre de
este último, suele invitar a los naviegos a disfrutar de excelentes músicos en
un marco realmente bonito e intimo como la Plaza del Ayuntamiento. Pero la
siempre amenazante climatología del norte, y unas expectativas que se vieron
desbordadas, hicieron que el concierto del violinista libanés Ara Malikian se
trasladase a la Nave de El Puerto, que aún así se quedó pequeña. Y eso
que la cosa parecía tranquila durante la tarde.
Faltaba algo más
de media hora para el inicio, previsto para las 22:30, y el recinto ya estaba
muy por encima del aforo previsto. Las colas para entrar eran importantes, y la
incertidumbre se palpaba en el ambiente. Había gente que se iba a quedar fuera.
Y lo cierto es que no había plan B. La demanda era mayor que la oferta y para
no privar a nadie del espectáculo iba a tocar apretarse. En ese momento, yo
hubiera quitado todas las sillas y que todos los presentes vivieran el concierto de pie, aprovechan así al máximo los metros cuadrados
de la nave. Que esto no se interprete cómo una crítica a los organizadores (que no contaban con semejante número de asistentes), sino cómo una posible solución improvisada para evitar una situación caótica.
Tras una
presentación que debería haber sido mucho más breve de lo que fue, las luces se
apagaron y cómo una nana de fantasía comenzó a invadir cada rincón de la nave
la preciosa “Dzovarev”. Y como si de una procesión se tratase, fueron subiendo
al escenario los músicos, con Ara a la cabeza, casi de puntillas, cómo
queriendo apagar con ternura el incendio que la caótica situación había
provocado. Y cuando Ara empezó a acariciar el violín todas las fieras se
amansaron de golpe, y los sentidos se agudizaron en forma de respeto. Desde los
inicios uno tenía la sensación de estar viviendo algo mágico y digno de
recordar con el paso de los años. “Si, yo estuve en aquel concierto de Ara
Malikian”. Cuando expiró este tema de apertura la ovación fue tan atronadora como
prolongada, cómo si los artistas acabaran un recital de 3 horas de duración.
Comenzaba así un
viaje tan formidable para el que apetecía tener sólo un billete de ida. Un
recorrido musical que nos llevaría a sus orígenes en el Líbano, a sus primeros
tanteos en Alemania amenizando bodas, a Grecia, a Armenia (impresionante “1915”,
la pieza sobre el genocidio armenio, con el cuenco tibetano y las percusiones
guiándonos hasta pasajes psicodélicos), Rusia (“Ciocarlia” llevándole al límite
del esfuerzo) o España entre otros muchos. La música es un lenguaje universal y
cada uno puede evadirse a su antojo, alejándose tanto cómo le permita su
imaginación.
La versatilidad y
el buen gusto de los músicos se palpaba en el repertorio, donde entraban desde
Bach hasta Vivaldi, desde Radiohead (“No Surprises”) hasta Paco de Lucía (con
una versión del “Zyryab” que claramente iba a desembocar en un duelo entre
violinistas, tal y como hacía el propio Paco con los guitarristas que le
acompañaban), desde Falla hasta Gismonti. No faltaron joyas de su propia
cosecha, cómo “El Vals De Kairo”, la tierna oda que le compuso a su hijo antes
de nacer, cuando este ya se revolvía inquieto en el vientre de su madre.
Pero cada
concierto de Ara Malikian tiene su sello diferencial, el que aportan los
músicos a los que suele invitar a la palestra. En este caso, el protagonismo se
lo llevaría Luis Feito, integrante de la Banda de Gaitas La Reina Del Truébano, quien
tendría el honor de interpretar “Agora Non” (canción de cuna tradicional
asturiana), y posteriormente una alborada que recogió José Inzenga Castellanos
en su libro “Ecos De España”. Pero Feito también se haría notar en la sorpresa
final, dirigiendo a la banda de gaitas al completo, que a pies del escenario,
atronaría con fuerza el himno asturiano (siempre emotivo con el público en pie)
ejerciendo de soporte perfecto para Malikian y sus muchachos. Y con este regalo
para el recuerdo puso broche a una actuación sobresaliente, y quién sabe si
quizás irrepetible.
El verdadero
mérito del artista libanés es el de acercar la música clásica (cómo bien
recalca mi querido amigo Pablo Canalís “desde una perspectiva académica”) a
todos los públicos, brindando un espectáculo válido para disfrutar toda la
familia.
Por ello no
debemos cansarnos de agradecer a Juan Coloma, Justo Sofía y el resto de miembros de la Asociación Amigos del Concierto, la oportunidad de poder disfrutar (un año más) de
semejante recital y de forma totalmente gratuita. Todo un privilegio.
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