CRÓNICA CONCIERTOS / Mike Farris

MIKE FARRIS
Teatro de La Laboral (Gijón)
9 de octubre de 2018
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Era habitual decir eso de que el mundo era un lugar más bonito cuando se escuchaba cantar a Sam Cooke. Una frase que podemos aplicar a muchos cantantes maravillosos, aunque estos, de vez en cuando, se muevan por debajo del radar. Como Mike Farris. Un artista de culto que posee una de las voces más impresionantes que se puede escuchar a día de hoy, y que pasó de estar hundido (desde los 15 años) en el pozo de las drogas a ganar un Grammy al Mejor Disco Gospel por esa joyita llamada “Shine For All The People”. Gracias a la música, y a su mujer, sacó la cabeza de esa espiral tóxica. Y precisamente a su mujer (y a su hijo) va dedicado su último trabajo, "Silver And Stone". Una carta de amor a su familia.




Digo artista de culto porque Mike Farris parece ser un secreto bien guardado dentro del universo musical. Que un tipo con su talento, que tiene a la crítica especializada rendida a sus pies, no sea capaz de llenar un teatro como el de la Laboral nos hace preguntarnos si el mundo está (o se hace) el sordo.


Mike posee una voz que podría estremecer a Mavis Staples, Al Green, Patsy Cline o el citado Cooke. Un tipo blanco de Winchester que nació con alma negra. Una voz tan sobresaliente que, en directo, suena muchísimo más poderosa que en los discos, y que destaca tanto que empequeñece todo lo que suena a su alrededor.





Cuando está crecido, Mike canta con una fuerza descomunal, y sin aparente esfuerzo, escupe notas que arrasan con la furia de un huracán. "Let Me Love You Baby" supone tal derroche de energía que uno se queda clavado en la butaca sin poder mover un músculo. En esos momentos se alcanza tal nivel que cuando la cosa decae un poco el contraste se acentúa, aunque el show se mantenga en un notable alto. 

Para lo bueno y para lo malo, Mike es un artista libre de ataduras, y esa libertad le permite pasar de un disco Gospel con mensaje espiritual a uno más rockero cargado de amor. Ese cariz rockero está patente en los conciertos de la gira (con los Fortunate Few completando una formación de cuarteto) aunque la pasión del Soul, la espiritualidad Gospel, y la energía del R&B sigan presentes. 





Como presentes están en el repertorio artistas a los que admira: recordó a Johnny Cash con un "Folsom Prison Blues" ralentizado y empapado en psicodelia; y a Tom Petty (que nos dejó hace justamente un año) con el inolvidable "American Girl".

Además de las versiones, repescó bastante en el cancionero de sus Screamin' Cheetah Wheelies. Al volver para los bises, lo hizo solo. Se colgó la guitarra, y con su voz, llenó todo de luz cuando interpretó la primera canción que escribió en su vida: "Gypsy Lullaby". Tan intensa, que algunos tuvieron que sacar el kleenex y limpiarse alguna lagrimita. 




Eché en falta algún tema imprescindible de su anterior álbum (como "Power Of Love" o "Mercy Now") así como "Golden Wings" (el sencillo de su último largo) pero Mike Farris va tan sobrado que se puede permitir estas licencias y salir ovacionado por los 200 afortunados que lo despedimos en pie con la sensación de haber disfrutado de un regalo enorme. God bless you Mike. 

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