CRÓNICA CONCIERTOS / Linkoln Park
Lo bonito de
los conciertos es que nadie de los presentes lo vive de la misma manera. Según
tu estado de ánimo, ese mismo concierto puede parecerte memorable o olvidable.
Puede que el amor/odio que siento por los grupos tributo tampoco ayudase mucho,
y me jode, porque yo, personalmente, no estuve, como espectador, a la altura de
la banda que tenía enfrente.
Porque sí, el público es una parte vital a la hora de
elevar un concierto. Afortunadamente para Linkoln Park, el resto de
asistentes sí que estaban on fire y respondieron como lo merecía la ocasión.
De las cenizas
de Kitsune Art, Linkoln Park nacieron en 2015 -dos años antes del fallecimiento
de Chester Bennigton- con el objetivo de llenar un vacio: la ausencia de fechas
de Linkin Park en territorio español. Hubo mono de Linkin Park cuando estaban
en activo y lo hay ahora, y prueba de ello es que Linkoln Park lo peten allá
dónde van: el Teatro Albéniz estaba a reventar.
De charlar con
ellos post concierto, les hubiese preguntado que qué opinan de que las bandas
tributo llenen salas y el mismo público que acude a verles ignore a las bandas
emergentes que sí que defienden sus propias canciones. Los integrantes de
Linkoln Park, que también tienen proyectos paralelos, seguramente también se lo
hayan cuestionado en alguna ocasión.
Está claro que,
como oyentes, es más fácil quedarnos en una zona de confort y recurrir a
aquello que sabemos que nos puede volar la cabeza. Y el repertorio de Linkin
Park es demasiado tentador como para ignorarlo, y más cuando enfrente tienes un
grupo que suena poderosísimo en directo y que consigue que nos creamos cómo
sería el ver a los californianos en una sala pequeña.
El repertorio es incontestable: desde sus primeros clásicos (“Papercut”, “In the End”, “Crawling”, “One Step Closer”, “Numb”, “Breaking the Habit” –momento para iluminar el teatro con los móviles-) hasta otros más recientes (“Given Up”, “What I´ve Done”, “The Catalyst”), pasando por caras B (“Castle of Glass”, “Powerless”).
Héctor y Monkey hacen logradísimas interpretaciones de Chester y Shinoda, y a través de ellos, y con la banda atronando por detrás, canalizan ese crossover entre Metal y Rap que tanto arrasó a comienzos del milenio y que ahora funciona como un bonito ejercicio de nostalgia para todos aquellos que lo flipábamos con Korn, Seether, Sevendust, Limp Bizkit, Deftones, Papa Roach, Saliva, Lost Prophets y demás bandas de la hornada del nü metal.
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