CRÓNICA CONCIERTOS / Sounday Festival
La primera edición del SOUNDAY estuvo marcada por incidentes: fallos logísticos propiciaron retrasos en la apertura de puertas y las cancelaciones de grupos (Mardom y Menta) y DJs (Mediocre y Melo Soho).
Las cancelaciones permitieron andar lo desandando y ceñirse a los horarios previstos para las tres bandas que quedaban. Finalmente, al escenario Vibra Mahou se subieron La Paloma, Viva Suecia y Vetusta Morla.
La Paloma se vieron en la incómoda situación de abrir el festi en un ambiente un tanto crispado. Peña desganada en la cola que se iba incorporando poco a poco al recinto habilitado en el Parque de los Hermanos Castro. Para mí su show fue tan breve como escuchar “Tiré una piedra al aire”, “Bravo Murillo” y “Palos”, que se está convirtiendo en un extraño himno de cierre.
Afortunadamente yo les vi en una situación bien diferente hace unas semanas (en el VeSu de Oviedo) y me los volveré a encontrar en el Osa do Mar de Burela. Seguro que nos resarcimos.
Se presentaba el segundo grupo y para cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos en el ecuador del festival. Tengo un problema con Viva Suecia: cuantas más veces los veo más me aburren. La primera vez había sido en una sala y el despegue de los murcianos estaba aún a la vuelta de la esquina. Sus canciones son coreadas de principio a fin, pero ni el feedback con el público me impide escapar de un estado de modorra fruto de un bolo plano, sin muchos altibajos más allá de los brillantes estribillos. Y eso que en esta ocasión llevaban a un saxofonista que les daba ese rollo Springsteeano de su último disco.
No me ocurre lo mismo con Vetusta Morla. Más bien todo lo contrario. Los de Tres Cantos siempre andan reinventándose a pesar de mantenerse fieles a sí mismos. Gran parte del repertorio giró en torno su último largo, “Cable a tierra”, un disco que yo no tenía muy interiorizado, y por ello tenía la extraña sensación de estar viendo a un grupo totalmente nuevo. Sin olvidar, claro está, que los que estaban sobre el escenario forman parte de la que probablemente sea la banda más grande que tenemos en este país.
Cuando recurren a clásicos de la talla de “Copenhague” (con Rafa Val de Viva Suecia haciendo dueto con Pucho), “Saharabbey Road” o “Maldita dulzura” la intensidad se desborda, especialmente con “Los días raros” -elegida para el cierre-, una canción inmensa que se eleva en un crescendo imparable. No fue como en el Wanda Metropolitano, pero para mí, después del suplicio del Mad Cool, ver conciertos en estas condiciones tan agradables fue una delicia, incluso a pesar de aguantar unas horas de retraso.
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