CRÓNICA CONCIERTOS / Vibra Mahou Fest 2024

VIBRA MAHOU FEST'24
ALBERTO & GARCÍA  + SILOÉ 
+ CARLOS SADNESS + ARDE BOGOTÁ 
+ RODRIGO CUEVAS + SAMURAÏ
Recinto Ferial Luis Adaro (Gijón)
Sábado 13 de abril de 2024
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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La tercera edición del Vibra Mahou Fest -celebrada nuevamente en el Recinto Ferial Luis Adaro de Gijón- se reafirmó como una de las citas ineludibles en la primavera astur. Parece mentira que las 3.000 entradas disponibles se hubiesen despachado en tan solo unas horas cuando la primera edición estuvo lejos del lleno, y eso que en aquel cartel también figuraba como reclamo ese grupo de Cartagena del que todo el mundo habla.

Currar la mañana del sábado me impidió ver a los encargados de calentar el escenario, curiosamente la banda que más me atraía en esta edición: Alberto & García. Fueron pocos/as los/as valientes que se acercaron a bailar con sus juguetonas armonías y sus canciones pegadizas. Cierto que era una hora muy temprana y la gente, precavida, prefirió dosificar esfuerzos de cara a la larga jornada que tenían por delante. Se lo perdieron por gusto, no como yo. Una pena, porque lo de estos chicos es para sacar pecho por el producto de nuestra tierra: basta escuchar la hipnótica y elegante “Paloma blanca” para apreciar que los asturianos tienen más música en una sola canción que muchas bandas Indie que encabezan festivales de verano en todo su repertorio. He dicho.

Ahora que ya me he creado unos cuantos enemigos que estarán bajando santos en mi nombre y sin tiempo para lamerme las heridas, llegué justito para ver un rato al otro representante astur: Rodrigo Cuevas. No se me ocurre mejor embajador de la tierra que este ovetense que defiende a capa y espada el poder cultural del folclore, en sus propias palabras, “un ser vivo que se extiende por la faz de la tierra; como un micelio, no entiende de barreras físicas ni políticas”. Rodrigo es un artista total, una diva que transmite que el escenario es su hábitat natural como lo hacían en su día Little Richard o Freedie Mercury. Canciones de su nuevo disco -“Manual de romería”- tales ”Cómo ye?!”, “Arboleda” o “Casares” casan perfectamente con habituales de su repertorio como ”Xiringüelu” o “Rambalín”, emotiva la interpretación de ésta última (y más en Gijón) con la historia que tiene detrás.

Da igual los músicos y bailarines que le acompañen, el incuestionable magnetismo de Rodrigo consigue que él solito sea capaz de llenar un escenario.  

No tiene que ser fácil para nadie salir al escenario tras el paso del huracán asturiano, papeleta con la que tuvieron que lidiar Siloé, el proyecto de Fito Robles y Xabi Road, dos tipos que llevan años curtiéndose hasta llegar al momento de plenitud que están atravesando. Lejos de amedrentarse, Fito improvisó un escenario entre el público para arrancar con una acústica versión de “La verdad”

De ahí en adelante, y conscientes de lo que pedía su concierto en su primer concierto en Gijón, los vallisoletanos apostaron por temillas puramente festivaleros como Si me necesitas, llámame” y “Todos los besos”. Entrelazando el folk pop de fácil escucha y luminosos estribillos de indie pop, Siloé deberían empezar a ir hacia arriba.  





No tenía apenas referencias de los dos siguientes nombres del cartel. Salieron a escenario Samuraï en el ecuador del festival, a mi juicio una muy buena hora para actuar pues la peña está en plenitud de energías. Una princesa Punk a la española que tiene entre ceja y ceja a grupetes de pop rock gótico como Paramore o My Chemical Romance, bandas que calaron hondo en el despertar musical de muchos adolescentes a comienzos de los dosmiles. Aroa Lorente y compañía se vaciaron y subieron las revoluciones con pegajosas golosinas como “Corazón quemado”“Tirando balas” o “El principio de algo”. ¿Quién sabe? Puede que dentro de unos años encabece alguna futura edición de un Vibra Mahou Fest.




Tampoco sabía qué esperarme de Carlos Sadness. Menos aún cuando le vi aparecer ataviado con un sombrero de cowboy y unas Ray-Ban negras como si se tratase de Kid Rock. Si su outfit jugaba al despiste, el arma que llevaba encima, un ukelele, también. Bastaron un par de temas para saber de qué pie cojeaba el catalán: temillas luminosos y happies que bien nos podrían recordar a Smile. Hasta su voz me recuerda muchísimo a la de John Franks y tonadillas como “Te quiero un poco”“Qué electricidad” o “Isla Morenita” encajarían como un guante en el repertorio de los de Getxo. Pop tropical y buenrollista bien cargadito de Vitamina D.




No era la primera vez que Carlos Sadness compartía cartel con el principal reclamo de la noche. Como no podía ser de otra manera, y como ya había ocurrido tres años atrás en la primera edición del Vibra Mahou Fest, Arde Bogotá clausuraron por todo lo alto el festival. O al menos esa era la idea, pues el concierto no cumplió con lo que me esperaba.

Esta era la séptima vez que veía a los murcianos, la primera con su flamante segundo disco engrosando parte del repertorio. Había más novedades además del cancionero: un quinto miembro, Pedro Quesada, como guitarra extra. Algo de agradecer a la hora de darle brío a cortes de rock alternativo como “Clávame tus palabras” que me hizo acordarme con cariño de mis queridos Nothink (banda de culto sin el reconocimiento merecido) si cantasen en castellano.  

Hubo un pero; uno demasiado importante: la voz. No sé porqué estaba tan por encima del resto de la banda y me hubiese gustado estar en el escenario para saber cómo se estaban escuchando ellos, pero desde mi posición la mezcla estaba descompensadísima. Escuchar a Antonio fuera de tono me hizo desconectar por completo del concierto, incluso cuando recurrieron a himnos de la talla de “Exoplaneta” (con un final acelerado al estilo “La chispa adecuada” -¿cuánto habrán cogido de Héroes del Silencio?-), “La salvación” o el esperado cierre con una potentísima “Los perros”.








Cosas del directo que le puede suceder a cualquiera y cualquier noche, y más en una nave que no está habilitada para música con altos niveles de distorsión (trabajo peliagudo para los técnicos de sonido). 

La reputación de Arde Bogotá sobre las tablas no alberga dudas, como el hecho de que ya pertenezcan a la primera división del rock patrio. Grupos como Arde Bogotá tienen un importancia vital en nuestra escena rock: son de los que marcan tendencia. Puede que gracias a ellos niños y niñas de nuestro país se pidan una guitarra eléctrica para las próximas Navidades. 



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