ARTICULO SOCIEDAD / El Presidente Del País De Los Horrores


EL PRESIDENTE DEL PAÍS DE LOS HORRORES

¿Qué está ocurriendo? ¿La policía se une al pueblo en sus reivindicaciones?
Decía Balzac que «los Gobiernos pasan, las sociedades mueren, la policía es eterna». Eterna parece la ingenuidad y la candidez de algunas personas en las últimas veinticuatro otras. En verdadero estado de histeria colectiva o enajenación mental transitoria trataban de agarrarse a cualquier clavo ardiendo: «mirad un policía sonríe en la foto», eso que es que están de nuestro lado y quieren la revolución o «mirad se han quitado los cascos», está claro, están de nuestra parte. Que disparates de esta índole provengan de la gente normal, esa gente que comenzó a movilizarse a raíz del 15M es hasta cierto punto lógico y de esperar, lo que me inquieta es que gente militante, gente que viene de luchas anteriores, caiga en ese juego y hable en términos de una hipotética revolución de los claveles a la española, obviando claro está, la naturaleza de las fuerzas de seguridad españolas (herederas directas del franquismo político y sociológico), obviando el proceso histórico y en definitiva trazando un análisis de la realidad distorsionado, ingenuo y sobretodo muy peligroso.
La famosa acampadita de funcionarios no es más que una protesta corporativa organizada por un grupo llamado FUE (Funcionarios Unidos de España), un grupo que huele tanto a derecha rancia que tira para atrás, banderas españolas incluidas. La diferencia (para los que no lo entiendan) entre una lucha obrera o social y una lucha corporativa es que las primeras buscan una mejora general y colectiva mientras la segunda, la corporativa, busca únicamente una mejora individual y concreta, la de un grupo de personas muy delimitado. Y eso es lo que ha ocurrido: los que el miércoles reprimían a palos a los mineros y disparaban a bocajarro contra mujeres y ancianos o desahuciaban a otra familia a porrazos, se han quedado sin paga extra de navidad y no podrán comprarle la Play 3 a su hijo. Y ahora con más cara que espalda y todo el cinismo del mundo, piden que les apoyemos en su lucha, en su lucha por la paga.
Soy una persona que sabe perdonar y me considero en posesión de una alta categoría moral, la misma que me diferencia de ellos. Pero mi perdón no es un cheque en blanco y por su puesto tiene contrapartidas, que pueden resumirse en que los afiliados del SUP:
  • Denuncien en el Juzgado y en Asuntos Internos a los compañeros que se extralimitan en las manifestaciones, esos que disparan a bocajarro (y no hacia el suelo como indica la ley) contra menores, mujeres y ancianos.
  • Denuncien también a los superiores que avalan sistemáticamente el incumplimiento de la ley que supone la no identificación en manifestaciones. 
  • Denuncien a los compañeros que falsean los atestados y las pruebas, para justificar las detenciones indiscriminadas y las agresiones; que dejen de mirar para otro lado. 
Sólo entonces me plantearé que son compañeros y que estamos en la misma lucha, pero yo, a diferencia de parte de la izquierda sofisticada, no creo en cuentos de hadas y estoy seguro que esto no va a ocurrir. Lo que sí sé, es que los mismos descerebrados que anoche se quitaban el casco por orden directa de la inefable Cristina Cifuentes, mañana se lo pondrán para reprimir salvajemente a mineros, a estudiantes o a trabajadores en huelga. Tenemos una policía que bate el récord de denuncias en el contexto europeo por parte de organizaciones como Human Rights o Amnistía Internacional, esa misma policía que asesinó a Íñigo Cabacas, esa misma policía de tintes definitivamente psicópatas que apaleó a los alumnos del Lluís Vives en Valencia y nos llamó «el enemigo», esa misma policía que confraterniza con las manifestaciones nazis o de extrema derecha (en las que nunca hay detenciones o disturbios y sí apretones de manos), esa misma policía a la que le vemos llaveros con el águila franquista o que decora sus lecheras con banderas de España y cruces célticas nazis, esa misma policía que golpea a periodistas para impedir que informen de los excesos, esa misma policía que sistemáticamente incumple la ley al no identificarse en manifestaciones, esa misma policía que, asumiendo el discurso de la extrema derecha, habla de los manifestantes de izquierdas en términos de «guarros», esa misma policía que tortura en comisaría a jóvenes independentistas o rebeldes y en los CIE’s directamente asesina a inmigrantes sin papeles. En definitiva, esa policía española (incluidas la ertzaintza y los mossos de esquadra) profundamente política. Es un hecho probado y constatado mil veces que nuestras fuerzas de seguridad del estado son profundamente políticas, en infinidad de ocasiones han manifestado sus posiciones. Lo que algunos ingenuos no aciertan a ver es que su posición dentro del eje político se encuentra muy a la derecha, por eso ayer se quitaron los cascos y con los mineros disparaban escopetazos echando espuma por la boca.
La lectura es peligrosísima: uno podría pensar que reprimen porque sencillamente no tienen margen de maniobra y se dedican a obedecer órdenes de los de arriba, porque es su trabajo, porque es su obligación y no pueden cuestionarse nada. Pero que anoche se quitaran los cascos para no reprimir a los suyos no es ningún halo de esperanza que indique que se van a unir al pueblo como preconizan algunos ingenuos sino todo lo contrario: pone de manifiesto que están dispuestos a incumplir la ley si tienen que defender sus posiciones, unas posiciones que ha quedado demostrado a lo largo de esta espiral de movilizaciones, se encuentran muy a la derecha del espectro político. Y eso es terrible y motivo de preocupación.
Pero es el drama de la izquierda transformadora, al carecer de proyecto político se agarran a un clavo ardiendo, aunque ese clavo queme y huela a podrido: huele a maniobra de la extrema derecha para hacerse con el poder y frenar la ola de movilizaciones, huele a UPyD y huele a República de Weimar. Tan mal huele que hasta los militares han dado un puñetazo sobre la mesa, y esos mismos ingenuos que vuelven a obviar el pasado antidemocrático de nuestras fuerzas armadas, saludan ese puñetazo sobre la mesa creyendo que son de los nuestros y no haciendo un análisis preciso de la realidad: los militares en este país no se van a movilizar en aras del pueblo sino en aras de cortar de raíz esta ola de movilizaciones que amenaza el estatus quo dominante. 
Esos que ven sonreír a un policía y hablan de "crisis del régimen" siempre fueron muy ingenuos, buenas personas y por ello ingenuas en extremo. Son los mismo que abrazaron el 15M sin concesiones ni perspectiva crítica, son los mismos que enarbolan la bandera del pragmatismo extremo e inmovilista que nos dice «molaría otra cosa pero es lo que hay» tantas veces escuchado en La Tuerka, son los mismos que se creyeron el cuento de la revolución en Libia, son los mismos que ven en el 15m posibilidades rupturistas con el régimen, y un largo etcétera. Los mismos que tanto ansían el cambio que ven una manifestación y se ciegan sin plantearse quién la convoca o cuales son sus objetivos. En tiempos de bonanza económica, la mayoría de las manifestaciones son de izquierdas; en tiempo de crisis aguda y de legitimidad del régimen, las manifestaciones pueden albergar monstruos. Lo que verdaderamente me inquieta es que, tras la irrupción de los mineros, parecía que la espiral de movilizaciones se había radicalizado, parecía que mover y levantar las manitas y regalar flores a la policía había envejecido de golpe, parecía que la gente se posicionaba y empezaba a cuestionarse que violencia no es tirar una piedra sino rescatar bancos con dinero público mientras se ahoga a las clases populares, etc. Y justo en ese preciso momento, las tesis más descalsadas del 15M (la policía también es el pueblo, deben unirse, son trabajadores como tú, etc) vuelven a emerger de golpe y con una fuerza arrolladora en tan solo veinticuatro horas únicamente cuando un puñado de policías municipales se manifiestan porque les quitan la paga y los antidisturbios se niegan a apalear a sus compañeros. El que tenga ojos en la cara, que mire, el que no puede seguir haciéndose pajas mentales.
Y que no cuenten conmigo, yo siempre estaré con los que estuve el miércoles en la marcha minera: trabajadores, estudiantes, mineros, precarios, funcionarios solidarios, profesores, yayoflautas... nunca con el brazo armado del capitalismo.
A.C.A.B.

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