BASADO EN HECHOS REALES / Camelia
Basado en hechos reales. O no. Porque muchas veces la imaginación hace el resto y probamos con una realidad paralela, por el "y que pasaría si...". Situaciones cotidianas que se cruzan con la ficción.
CAMELIA
Bien podría ser perfectamente alguien
que te encuentras en el portal con regularidad, esa vecina de al lado
en la que no reparas. Podría ser, pues, una chica cualquiera con su
anonimato a cuestas. Esa chica normal que no destaca en primeros
encuentros y que necesita un golpe de azar, una pirueta del destino,
para que los focos (tus focos) la alumbren.
Cuando esto ocurre, sucede que, basta
un breve y cálido intercambio de palabras para comprender la
magnitud del error (de tu error). El imperdonable hecho de ignorar e
infravalorar a esa fémina de anónimas curvas que, de golpe, casi
como por antojo, te parece la más dulce y agradable de las
criaturas.
Y entonces sucede que, las siempre
infalibles matemáticas fallan, y esa muchacha que no destaca en nada
al principio pero que resulta destacar en todo al final, esa silueta
tras la que se esconde la nuera perfecta (mujer en peligro de
extinción), esa que no es la más bonita del reino pero que consigue
brillar más que ninguna otra, esa que en su día fue “nínfula”
y que es condenada al ostracismo por despreciables seres como yo
(tu), esa misma señorita que ahora ocupa hasta el más absurdo de
tus sueños, rompe con todo lo establecido y consigue que, sólo por
esta vez, dos más dos sumen cinco.
Y absorto en una realidad paralela,
como si fueras capaz de zambullirte en el cielo y bucear entre las
estrellas, ves a esa muchacha como el cisne que siempre ha sido, y
aprecias esas cascadas de dorados tirabuzones, esos hoyuelos que
perforan la piel cual pozos de felicidad, esos coloretes inofensivos
de infinita bondad. Y dejas de lado el deseo carnal de animal en celo
y te asomas al abismo de las emociones dudando si aferrarte a tu
instinto salvaje o dejarte arrastrar por eso que algunos llaman amor.
Y sucede que, como tantas otras veces
en las que no nos atrevemos a tirar una moneda al aire, optamos por
lo cómodo, resignándonos a idealizarla por medio de un objeto que
este siempre a nuestro alcance. En este caso, ¿por que no? Una
camelia.
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