LITERATURA / Vladimir Nabokov


VLADIMIR NABOKOV
Lolita



Hay que tenerlos bien puestos para hacer esta novela. "Lolita" cuenta la peculiar historia de Humbert Humbert (personaje logradísimo como pocos), un profesor ya en los cuarenta que se obsesiona perdidamente por una "nínfula" de 12 añitos que responde al nombre que titula el libro, y las locuras que es capaz de hacer este por poseer a la muchacha. Para mi, Vladimir Nabokov fue un adelantado a su tiempo por la forma de narrar la trama, con un estilo peculiar y con un sentido del humor muy suyo, porque aunque el tema central no sea para reírse (¿o sí? según se mire) Nabokov aborda con ironía temas como el amor, la muerte o la cultura americana, y a medida que uno va pasando las páginas se va dando cuenta de que en cada una se esconde algún párrafo memorable. 


Ahora creo que llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino ninfica (o sea, demoníaca); propongo llamar "nínfulas" a esas criaturas escogidas. 
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Hay dos clases de memoria visual: con una, recreamos diestramente una imagen en el laboratorio de nuestras mente con los ojos abiertos (...); con la otra, evocamos instantáneamente, a ojos cerrados, en la oscura intimidad de los párpados, el objetivo, réplica absolutamente óptica de un rostro amado, un diminuto espectro de colores naturales (y así veo a Lolita).

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(...) Y cuando por medio de caricias lamentablemente ardientes, puerilmente lascivas, ella, la de nobles pezones y muslos macizos, me preparaba para el cumplimiento de mis deberes nocturnos, lo que yo procuraba recoger con desesperación era el aroma de un ninfula mientras ladraba entre el sotobosque de oscuras selvas marchitas. 

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(...) Y hoy me sorprendo pensando que nuestro largo viaje no había hecho otra cosa que ensuciar con un sinuoso reguero de fango el encantador, confiado, soñador, enorme país que entonces, retrospectivamente, no era para nosotros sino una colección de mapas de puntas dobladas, libros turísticos estropeados, neumáticos gastados y sus sollozos en la noche -cada noche, cada noche- no bien me fingía dormido.

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Tenía el doble de edad de Lolita y tres cuartos de la mía: una adulta muy esbelta, de pelo oscuro y piel pálida, que pesaba cuarta y ocho kilos, con ojos de encantadora asimetría, perfil angular rápidamente esbozado y una atractiva "ensellure" en su espalda sutil. Creo que tenía una gota de sangre española o babilónica. La recogí en una depravada noche de mayo, entre Montreal y Nueva York, (...) en un bar ardiente y umbroso bajo el signo de una mariposa nocturna, donde se encontraba amablemente borracha. (...) Era tan amable esa Rita, una chica tan buena, que por pura camaradería o compasión se habría entregado a cualquier falaz criatura patética, a un viajo tronco caído o un puerco espín desconsolado.

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