LITERATURA / Patti Smith


PATTI SMITH
Éramos Unos Niños


Hay historias que merecen ser contadas. Muchísimas se pierden con cada nueva temporada porque nadie se molestó en inmortalizarlas. No es el caso de "Éramos Unos Niños", la historia de Patti Smith y Robert Mapplethorpe, una amistad que no se quebró hasta la muerte de este en 1989. En vísperas del verano del amor, Patti nos narra la evolución de un Nueva York bullicioso, donde el Max's era el bar de moda, el Chelsea el hotel de los bohemios y el CBGB no había alcanzado la fama que luego obtendría. No obstante, estás memorias sólo harán las delicias de los muy fieles, entre los que, desafortunadamente, no me incluyo. 

Fue el verano en que murió Coltrane. El verano de "Crystal Ship". Los hippies alzaron sus brazos vacíos y China hizo detonar la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterey. AM radio retrasmitió "Ode To Billie Joe". Hubo disturbios en Newark, Milwaukee y Detroit. Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida. 
Fue el verano en el que conocí a Robert Mapplethorpe. 
......

No teníamos dinero para ir a conciertos, pero, antes de dejar el Fillmore, Robert me consiguió un pase para ver a los Doors. Janet y yo habíamos devorado su primer álbum y casi me sentía culpable de ir son ella. Pero tuve una reacción extraña cuando vi a Jim Morrison. Todas las personas que me rodeaban parecían paralizadas pero yo observé todos sus movimientos con atenta frialdad. Recuerdo aquella sensación con mucha más claridad que el concierto. Mientras lo observaba, sentí que era capaz de hacer lo mismo. (...) Sentí tanta afinidad como desprecio hacia él. Percibí su vergüenza además de su honda seguridad. Exudaba una mezcla de belleza y odio hacia sí mismo, y dolor místico, como un san Sebastián de la costa Oeste. 
......

Estoy sentada en el vestíbulo, fumando Kools y leyendo novelas policíacas baratas como el mismísimo Mike Hammer mientras espero a William Burroughs. (...)  Entretanto observo el movimiento. Vigilo el tráfico que circula por el vestíbulo, en cuyas paredes hay colgadas feas obras de arte. Mamotretos invasivos que los clientes endilgan a Stanley Bard a cambio de alquiler. El hotel es un refugio desesperado pero animado para montones de jóvenes con talento de todas las capas sociales. Guitarristas callejeros, dramaturgos, cineastas arruinados y actores franceses. Todas las personas que pasan por aquí son alguien, aunque no sean nadie en el mundo exterior. 
......

Nos detuvimos  en un fotomatón de Playland para hacernos retratos: cuatro por veinticinco centavos. Compramos un perrito caliente y un refresco de papaya en Benedict's y nos mezclamos con la multitud. Marineros de permiso, prostitutas, desertores, turistas explotados y víctimas diversas de abducciones alienígenas. Era un malecón urbano con bingos, quioscos de recuerdos, restaurantes cubanos, clubes de estriptís y tiendas de empeño que no cerraban. Por cincuenta centavos era posible dormir en una sucia butaca de un cine y ver películas extranjeras combinadas con porno blando.
......

El Chelsea era como una casa de muñecas situada en los límites de la realidad y cada una de su centenar de habitaciones encerraba un pequeño universo. Yo deambulaba por los pasillos al acecho de sus espíritus, vivos o muertos. (...) Todo el mundo tenía algo que ofrecer y nadie parecía tener mucho dinero. Incluso los más prósperos parecían tener únicamente lo justo para vivir como vagabundos derrochadores.
Muchos habían escrito, conversado y sufrido en las habitaciones de aquella casa de muñecas victorianas. Muchas faldas habían lamido aquellas desgastadas escaleras de mármol. Muchas almas pasajeras habían contraído matrimonio, dejado huella y sucumbido allí. Yo desenterraba sus espíritus mientras me escabullía de una planta o otra, anhelando conversar con una desaparecida procesión de orugas que fumaban en pipa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LITERATURA / Manuel Vilas

LITERATURA / Sara Mesa

VIAJES / Portugal