CRÓNICA CONCIERTOS / The Delta Saints

THE DELTA SAINTS
Teatro Palacio Valdés (Avilés)
Domingo 26 de marzo de 2017

The Delta Saints se despidieron del público español (que nadie lo dude, no es un “adiós”, sino un “hasta luego”) cerrando su gira por nuestro país en el mejor escenario posible: el Teatro Palacio Valdés de Avilés
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TEXTO: Silvia Fernández
FOTOSJonathan Pérez del Río
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Acomodada en uno de los laterales, a la altura en la que emerge esa barrera que separa el escenario de la platea, vislumbro el mar de butacas vacías, y como estas esperan el acomodo de sus respectivos ocupantes, que desfilan en procesión, despacito y sin ninguna prisa, que para eso es domingo.

Se apagan las luces y con unos minutillos de retraso salen tediosamente al escenario Nate Kremer (teclados), Dylan Fitch (guitarras), David Supica (al bajo), Vincent Williams (percusión) y Ben Ringel (al dobro, guitarras y a la voz principal). Ben, encargado de dirigirse al público, agradece nuestra presencia en un día poco diseñado para este tipo de encuentros, y afirma que es el sitio más bonito donde tocaron, por lo que están un poquito nerviosos. Nos lo creemos. A medias, pues si algo les sobra a estos chicos, son tablas.


Atronan los primeros acordes de “Cigarette” y todo parece fluir de forma natural. Una tormenta eléctrica de Bourbon-Fueled Bayou-Rock (etiqueta que ellos mismos usaban para definir su sonido pero que ya parece quedárseles cortita) que se filtra por los palcos, vomitorios y proscenios del teatro.

Siendo el teatro un lugar de ensueño, no es el ideal para acoger un concierto de The Delta Saints. Pronto reparamos en que las sillas van a ser un incordio. Basta con ver al personal agitado en sus butacas, moviendo pies y manos como si fuesen el propio Vincent Williams, quien desde la batería impone de forma implacable el ritmo a seguir durante la velada.


Había ganas de escuchar algunas de las canciones de “Monte Vista”, su nuevo trabajo, que saldrá al mercado el 28 de abril. Como “California”. Y aquí hay debate: ¿dejarán de lado las composiciones complejas a las que nos tienen acostumbrados, frenéticas y revolucionadas piezas de ida y vuelta, de florituras y de cambios de ritmo imprevisibles, en pos de sencillas melodías que les acerquen al gran público? ¿Es lo qué buscan realmente ante la falta de singles en su repertorio? Una cosa queda clara, “California”, su primer adelanto, una golosina tremendamente adictiva que se incrusta en tu cabeza a la primera escucha, funciona.

Lo interesante es que, siendo algo que se sale totalmente del patrón establecido, encaja perfectamente con el resto del repertorio. Como ocurrió con su anterior single, “Heavy Hammer”, con la que también se apreciaron las ganas de ampliar el abanico de posibilidades.

Para cuando queremos darnos cuenta el show pasó volando. No faltaron emociones, pues pudimos recordar algo de sus inicios (“Pray On”), dimos algún viraje a la psicodelia (“Dust”), y recordamos a uno de los últimos caídos (“Spaceman” fue para Bowie). Y tras abrasar el teatro con el incendiario “Bird Called Angola” los chicos desaparecen entre bambalinas. Aplausos. Ovación. Nadie se va a marchar de allí hasta que vuelvan al escenario.


Lo hacen para interpretar la delicada “Butte La Rose”, y tal y como imaginábamos los que fantaseamos con que la tocasen AQUÍ, se hace la magia. Falta una. Y esta vez deciden dejar una de sus mejores balas para el final: “Death Letter Jubilee”.

Fuera ha quedado una noche fantástica. Nos alejamos del teatro con la intriga de cómo serán los Delta Saints la próxima vez que nos los encontremos. Seguramente diferentes. Y apostamos a caballo ganador si decimos que mucho mejores.

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