CRÓNICA CONCIERTOS / The Delta Saints
THE DELTA SAINTS
Teatro Palacio Valdés (Avilés)
Domingo 26 de marzo de 2017
The Delta Saints se
despidieron del público español (que nadie lo dude, no es un “adiós”, sino un
“hasta luego”) cerrando su gira por nuestro país en el mejor escenario posible:
el Teatro Palacio Valdés de Avilés
Acomodada en uno de los laterales, a la
altura en la que emerge esa barrera que separa el escenario de la platea,
vislumbro el mar de butacas vacías, y como estas esperan el acomodo de sus
respectivos ocupantes, que desfilan en procesión, despacito y sin ninguna
prisa, que para eso es domingo.
Se apagan las luces y con unos minutillos
de retraso salen tediosamente al escenario Nate Kremer (teclados), Dylan Fitch
(guitarras), David Supica (al bajo), Vincent Williams (percusión) y Ben Ringel
(al dobro, guitarras y a la voz principal). Ben, encargado de dirigirse al
público, agradece nuestra presencia en un día poco diseñado para este tipo de
encuentros, y afirma que es el sitio más bonito donde tocaron, por lo que están
un poquito nerviosos. Nos lo creemos. A medias, pues si algo les sobra a estos
chicos, son tablas.
Atronan los primeros acordes de “Cigarette”
y todo parece fluir de forma natural. Una tormenta eléctrica de Bourbon-Fueled
Bayou-Rock (etiqueta que ellos mismos usaban para definir su sonido pero que ya
parece quedárseles cortita) que se filtra por los palcos, vomitorios y proscenios
del teatro.
Siendo el teatro un lugar de ensueño, no
es el ideal para acoger un concierto de The Delta Saints. Pronto reparamos en
que las sillas van a ser un incordio. Basta con ver al personal agitado en sus
butacas, moviendo pies y manos como si fuesen el propio Vincent Williams, quien
desde la batería impone de forma implacable el ritmo a seguir durante la
velada.
Había ganas de escuchar algunas de las
canciones de “Monte Vista”, su nuevo trabajo, que saldrá al mercado el 28 de abril.
Como “California”. Y aquí hay debate: ¿dejarán de lado las composiciones
complejas a las que nos tienen acostumbrados, frenéticas y revolucionadas
piezas de ida y vuelta, de florituras y de cambios de ritmo imprevisibles, en
pos de sencillas melodías que les acerquen al gran público? ¿Es lo qué buscan
realmente ante la falta de singles en su repertorio? Una cosa queda clara, “California”, su primer adelanto, una golosina
tremendamente adictiva que se incrusta en tu cabeza a la primera escucha,
funciona.
Lo interesante es que, siendo algo que se
sale totalmente del patrón establecido, encaja perfectamente con el resto del
repertorio. Como ocurrió con su anterior single, “Heavy Hammer”, con la que
también se apreciaron las ganas de ampliar el abanico de posibilidades.
Para cuando queremos darnos cuenta el
show pasó volando. No faltaron emociones, pues pudimos recordar algo de sus
inicios (“Pray On”), dimos algún viraje a la psicodelia (“Dust”), y recordamos
a uno de los últimos caídos (“Spaceman” fue para Bowie). Y tras abrasar el
teatro con el incendiario “Bird Called Angola” los chicos desaparecen entre
bambalinas. Aplausos. Ovación. Nadie se va a marchar de allí hasta que vuelvan
al escenario.
Lo hacen para interpretar la delicada
“Butte La Rose”, y tal y como imaginábamos los que fantaseamos con que la
tocasen AQUÍ, se hace la magia. Falta una. Y esta vez deciden dejar una de sus
mejores balas para el final: “Death Letter Jubilee”.
Fuera ha quedado una noche fantástica.
Nos alejamos del teatro con la intriga de cómo serán los Delta Saints la
próxima vez que nos los encontremos. Seguramente diferentes. Y apostamos a
caballo ganador si decimos que mucho mejores.
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