CRÓNICA CONCIERTOS / Ryan Bingham
RYAN BINGHAM
Teatro Palacio Valdés (Avilés)
7 de junio de 2019
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Es pisar la platea del Teatro Palacio Valdés y que me invadan de golpe un puñado de recuerdos inolvidables, pues en los últimos años tuve la suerte de ver en este maravilloso recinto a The Jayhawks, a The Delta Saints, a Beth Hart o a Glenn Hughes.
Este pasado viernes nos citamos con el cantautor Ryan Bingham, y parte de culpa la tuvieron dos tipos a los que estoy acostumbrado a escuchar al otro lado de las ondas de radio: Manolo Fernández (de Toma 1) y Santiago Alcanda (Cómo Lo Oyes). Si te descuidas, Manolo y Santiago te compran la entrada para el show, pues según sus propias palabras, sería imperdonable perdérselo.
Avilés era la segunda de las cuatro ciudades españolas por las que pasará Ryan en su gira europea, en la que está presentando su flamante nuevo disco, "American Love Song", el sexto (ya) en la carrera de este joven forajido -natural de Nuevo Mexico- que se ha pasado viajando media vida con su guitarra a cuestas.
Y de todos esos viajes y anécdotas vividas -en su infancia, en su adolescencia, y en la actualidad ya como adulto- nos habla entre canción y canción. Spechees que nos ayudan a entender el porqué de sus letras y la historia que hay detrás, aunque supongo que los que no entendían bien el idioma se cansaron enseguida de tanto discursito.
En lo musical, la banda -que viene en formato de cuarteto, por lo que nos quedamos sin violines ni dobros-, suena a gloria: tiernos con las pulsaciones bajas ("Beautiful And Kind"), puro nervio controlado cuando acometen piezas más rockeras ("Pontiac"). Pero lo que realmente suena a gloria es la voz rota de Ryan, y su guitarra, cuando este se queda solo en escena, frente a un teatro mudo, lleno de respeto, y con la audiencia paladeando cada una de las canciones que interpreta en formato acústico. Como "La Malagueña" (la primera canción que aprendió a tocar con la guitarra), "Wolves" (una de mis favoritas de su nueva cosecha) o "Southside Of Heaven" (un clásico de su repertorio). A cada cual más bonita.
Otras preciosidades son "Lover Girl" (dedicada a su mujer), o las dos piezas que nos regaló en los bises: "Nobody Knows My Trouble" (en la que tuvo un pequeño desliz olvidándose de la letra, un desliz que solventó con la misma naturalidad con la que toca), o la esperada por todos, "The Weary King", una diamante tan grande que le ha valido un Oscar, un Grammy y un Globo de Oro.
Como tantos y tantos otros, Ryan Bingham se refugió en la música cuando los fantasmas y los problemas le acecharon, y en la guitarra encontró a su más fiel amiga, esa con la que compone esas historias que ha cantado en tantas ocasiones forzando su voz al extremo en tugurios de mala muerte, y que le han llevado, tras kilómetros y kilómetros de carretera, a tocar (y llenar) algunas de las salas y teatros más bonitos de todo el planeta.
Con la ovación del final, un agradecido Ryan Bingham levanta en forma de despedida su sombrero de cowboy y nos regala su brillante y perfecta sonrisa. La sonrisa de un hombre que vive haciendo lo que más le gusta. La sonrisa de un hombre feliz.
Este pasado viernes nos citamos con el cantautor Ryan Bingham, y parte de culpa la tuvieron dos tipos a los que estoy acostumbrado a escuchar al otro lado de las ondas de radio: Manolo Fernández (de Toma 1) y Santiago Alcanda (Cómo Lo Oyes). Si te descuidas, Manolo y Santiago te compran la entrada para el show, pues según sus propias palabras, sería imperdonable perdérselo.
Avilés era la segunda de las cuatro ciudades españolas por las que pasará Ryan en su gira europea, en la que está presentando su flamante nuevo disco, "American Love Song", el sexto (ya) en la carrera de este joven forajido -natural de Nuevo Mexico- que se ha pasado viajando media vida con su guitarra a cuestas.
Y de todos esos viajes y anécdotas vividas -en su infancia, en su adolescencia, y en la actualidad ya como adulto- nos habla entre canción y canción. Spechees que nos ayudan a entender el porqué de sus letras y la historia que hay detrás, aunque supongo que los que no entendían bien el idioma se cansaron enseguida de tanto discursito.
Otras preciosidades son "Lover Girl" (dedicada a su mujer), o las dos piezas que nos regaló en los bises: "Nobody Knows My Trouble" (en la que tuvo un pequeño desliz olvidándose de la letra, un desliz que solventó con la misma naturalidad con la que toca), o la esperada por todos, "The Weary King", una diamante tan grande que le ha valido un Oscar, un Grammy y un Globo de Oro.
Como tantos y tantos otros, Ryan Bingham se refugió en la música cuando los fantasmas y los problemas le acecharon, y en la guitarra encontró a su más fiel amiga, esa con la que compone esas historias que ha cantado en tantas ocasiones forzando su voz al extremo en tugurios de mala muerte, y que le han llevado, tras kilómetros y kilómetros de carretera, a tocar (y llenar) algunas de las salas y teatros más bonitos de todo el planeta.
Con la ovación del final, un agradecido Ryan Bingham levanta en forma de despedida su sombrero de cowboy y nos regala su brillante y perfecta sonrisa. La sonrisa de un hombre que vive haciendo lo que más le gusta. La sonrisa de un hombre feliz.
Muchas gracias por estas palabras a este gran grupo, creo que mejor no se puede explicar.
ResponderEliminarMuchas gracias sobre todo por poder asistir a este gran concierto. Me quedará grabado para siempre. Mil gracias Jonathan.