LITERATURA / James Ellroy
James Ellroy es uno de los
autores más famosos en cuanto novela negra se refiere. Novelas capitales como
“L.A.Confidential” o esta “La Dalia Negra” –llevada al cine por Brian de Palma-
llevan su firma. En este caso, Ellroy se centra en el caso de Elizabeth Short,
una joven de 22 años brutalmente asesinada. Los protas son dos policías que en
el pasado se enfrentaron en el ring, y que ahora se han convertido en
inseparables amigos, enamorados de la misma mujer, aunque eso sí, con el mismo
objetivo: atrapar al asesino de la Dalia Negra.
Crucé la frontera al amanecer. Tijuana empezaba a despertarse cuando
entré por Revolución, su calle principal. Niños mendigos buscaban algo para
desayunar en los cubos de basura; los vendedores de tacos removían sus
estofados hechos con carne de perro; marineros e infantes de marina salían
escoltados por la puerta de los burdeles tras sus rondas nocturnas. Los más
inteligentes se tambaleaban camino de la calle Colón y sus traficantes de
penicilina; los estúpidos se iban hacia el este de Tijuana, hacia el Zorro Azul
y el Club Chicago… indudablemente ansiosos de no perderse el primer espectáculo
de la mañana. Los coches de los turistas empezaban a formar filas ante las
tiendas y los comercios; rurales conduciendo Chevys de la preguerra iban y
venían como buitres, con sus negros uniformes que parecían haber sido
confeccionados por los nazis.
.........
La comisaría de la calle Newton se encontraba al sureste de la parte
baja de Los Ángeles y contaba con un 95% de suburbios, un 95% de negros y un
100% de problemas. Había tipos que bebían y jugaban en cada esquina;
licorerías, salones donde se estiraba el cabello y billares en cada bloque, con
llamadas en código tres a la comisaría durante las veinticuatro horas de cada
jornada. Los que hacían la ronda a pie llevaban porras con remaches metálicos;
los de la sala común, automáticas del 45 cargadas con balas dum-dum, en contra
del reglamento. Los borrachos locales bebían Lagarto Verde, colonia cortada con
oporto blanco Viejo Monterrey, y la tarifa habitual de una puta era de un dólar
y veinticinco centavos si utilizabas <su sitio>, los coches abandonados
que había en el cementerio de chatarra entre la Cincuenta y Seis y Central. Los
chicos de la calle estaban flacos y tenían el vientre hinchado, los perros sin
amo exhibían su sarna y un gruñido perpetuo, los comerciantes guardaban
escopetas debajo del mostrador. La comisaría de la calle Newton era zona de
guerra.
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