CRÓNICA CONCIERTOS / Radio Moscow

RADIO MOSCOW
La Mar De Fondo (Frejulfe)
Domingo 7 de julio de 2019
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Hay conciertos que merecen ser contados por ser extraordinarios, entendiendo por extraordinario algo que se adapte a la definición de “fuera de lo normal o común”. Y es que no es nada habitual que una banda estadounidense, con cierto estatus dentro del circuito internacional del Blues Rock, y cuya gira europea se iba a cerrar en el Resurrection Fest de Viveiro –única fecha en nuestro país-, acabe tocando, de forma totalmente gratuita, en un chiringuito con vistas a una playa en el occidente asturiano. Una ecuación con tres variables cuyas respuestas son: Radio Moscow; La Mar De Fondo; Frejulfe.


En “21 Gramos” –excelente película de Alejandro Iñárritu-, Sean Penn le recita un poema de Eugenio Montejo a Naomi Watts antes de llevársela al huerto, y le quita hierro alegando que al final, en la vida, todo es cuestión de matemáticas. Es una forma de verlo desde luego.

Pero para resolver estas tres variables hubo una historia detrás, y tuvieron que darse muchos factores para que el desenlace fuese el que fue. Y dentro de esa maraña de historias, de casualidades y causalidades, de vidas cruzadas, emerge la figura de, entre otros involucrados, Ekaitz. Puedo asegurar que el domingo Eka –cuyos pies dejaron de tocar el suelo desde que se confirmó la noticia del concierto- fue una de las personas más felices del planeta: su grupo favorito tocando a un kilómetro de su casa.

Cualquiera con la capacidad suficiente para empatizar disfrutaría del concierto solo con verle la felicidad contenida dibujada en la cara. El resto de los presentes podríamos flipar, pero no de la misma manera.



La música en directo tiene esa magia: cada concierto es diferente según quién lo mire –y escuche- y según su estado de ánimo. Aunque los protagonistas sean los mismos, las sensaciones son otras. El domingo, La Mar De Fondo tenía un ambiente perfecto para disfrutar de los últimos coletazos de la tarde en paz. El escenario, cubierto únicamente por un toldo azul, era una simple tarima de madera. Vamos, todo tan hippie que recordaba al festival de Woodstock, del que este año se cumplen, por cierto, 50 años.

Y nadie mejor que Radio Moscow para invocar el espíritu de aquellas bandas que tocaban libres e indomables, con los músicos colocados hasta las cejas, buceando en aguas lisérgicas, cogiendo aire para improvisar en profundas jams impregnadas de psicodelia.






A ese escenario se subieron Parker Griggs (voz y guitarra), Paul Marrone (batería) y Anthony Meier (bajo), enchufaron sus instrumentos, y llenaron de electricidad el chiringo durante noventa minutos con pildorazos eléctricos como “Broke Down”, “250 Miles”, “Rancho Tehama Airport” o “New Beginnings”. Florecían a velocidad de vértigo speedicos riffs de guitarra, sinuosas e hipnóticas líneas de bajo, y frenéticos ritmos de batería. La receta con la que cocinan Radio Moscow es siempre la misma: para la masa, Rock de raíces setenteras; para los ingredientes, algo Blues, de Hard Rock o de Stoner. O lo que es lo mismo, tan pronto pillan un poco de Cream o Ram Jam como de Jeff Beck o Jimi Hendrix.




Cuando el show terminó, comenzó la retirada, y como suele decirse, cada mochuelo a su nido, que era domingo, y al día siguiente tocaba madrugón. Y todos esos conocidos nos citamos para la siguiente, sumando una experiencia más en común.  


Los valientes -y afortunados- que se quedaron todavía disfrutarían de una Jam Session con gaitas y motosierras más surrealista que un cuadro de André Masson. Fuckin’ mushrooms. Pero eso, amigos, es otra historia: la que me contaron, la que no se puede contar, la del sueño de una noche de verano.


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