LITERATURA / Henry David Thoreau

HENRY DAVID THOREAU
Walden

"Walden" es uno de esos libros que dejan poso. Henry David Thoreau -quién se definió a sí mismo como un místico, un trascendentalista y un filósofo de la naturaleza- se trasladó a una cabaña -que él mismo se construyó- y allí, en una laguna alejada de la ciudad, se pasó dos años a reflexionar y a escribir esta obra seminal, que no es sencilla de leer, pero de la que uno aprende algo en cada página. 

Un granjero me dice: "No puedes vivir sólo de vegetales, pues no son alimento para los huesos", y dedica religiosamente parte del día a suministrar a su sistema el crudo material de los huesos, caminando mientras habla tras su buey, el cual, con huesos fabricados de vegetales, tira a toda costa de él y de su pesado arado.

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Algunos se quejan más enérgica e inconsolablemente que otros porque están, según dicen, cumpliendo con su deber. También pienso en aquella clase, aparentemente enriquecida, pero suma y terriblemente empobrecida, de los que han acumulado escoria, pero no saben cómo usarla o librarse de ella y han forjado así sus propios grilletes dorados o plateados. 

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¿Cómo podrían aprender a vivir mejor los jóvenes sino intentando de una vez el experimento de vivir? Les servirá para ejercitar su mente tanto como las matemáticas. (...) ¿Quién habría avanzado más al cabo de un mes, el muchacho que ha fabricado su navaja con la mena que hubiera extraído y fundido, leyendo cuanto fuera necesario para ello, o el muchacho que hubiera asistido entretanto a las conferencias sobre metalurgia en el instituto y recibido de su padre un cortaplumas Rogers? ¿Quién se cortaría antes los dedos con mayor probabilidad?

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Gastar la mejor parte de la vida en ganar dinero para disfrutar de una dudosa libertad durante la parte menos valiosa, me recuerda al inglés que fue a la India a hacer primero una fortuna para regresas después a Inglaterra y llevar una vida de poeta. 

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La inteligencia es un cuchillo afilado, discierne y penetra el secreto de las cosas. No deseo estar más ocupado con mis manos de lo necesario. Mi cabeza es manos y pies. Siento mis mejores facultades concentradas en ella. Mi instinto me dice que mi cabeza es un órgano para excavar, así como otras criaturas usan su hocico y patas delanteras, y con ella minaría y excavaría mi camino a través de estas colinas. Creo que el filón más rico está por aquí; juzgo por la varita adivinatoria y los finos vapores ascendentes, y aquí empezaré a minar. 

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Los libros son la riqueza atesorada del mundo y la herencia apropiada de las generaciones y naciones. Los libros, los más antiguos y mejores, perduran natural y legítimamente en los estantes de cualquier casa. No defienden una causa propia y, mientras ilustren y mantengan al lector, su sentido común no los rechazará. Sus autores son una aristocracia natural e irresistible en toda sociedad y ejercen mayor influencia sobre la humanidad que reyes y emperadores. 

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"Vosotros, que gobernáis los asuntos públicos, ¿qué necesidad tenéis de emplear castigos? Amad la virtud y el pueblo será virtuoso. Las virtudes de un hombre superior son como el viento, las virtudes de un hombre corriente son como la hierba; la hierba se inclina cuando el viento sopla sobre ella". 
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Algunos ensordecen nuestros oídos diciéndonos que nosotros, los americanos, y, en general, los modernos, somos enanos intelectuales. Pero ¿qué importa eso? Un perro vivo es mejor que un león muerto. ¿Tendrá que colgarse un hombre por pertenecer a la raza de los pigmeos en lugar de intentar ser el pigmeo más alto? Que cada uno se ocupe de lo suyo y trate de ser como ha sido creado. 
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Al menos, aprendí con mi experimento que si avanzáramos confiadamente en la dirección de nuestros sueños y nos esforzáramos por vivir la vida que habíamos imaginado, nos encontraríamos con un éxito inesperado en las horas corrientes. Dejaríamos cosas detrás, traspasaríamos un límite invisible; leyes nuevas, universales, y más liberales empezarían a promulgarse alrededor y dentro de nosotros, o se extenderían las antiguas y serían interpretadas a nuestro favor de un modo más liberal, y viviríamos con el permiso de un orden más elevado de seres. Conforme simplificáramos nuestra vida, las leyes del universo parecerían menos complejas y la soledad ya no sería soledad, ni pobreza la pobreza, ni debilidad la debilidad. Si habéis construido castillos en el aire, vuestra obra no tiene por qué perderse: están donde deben estar. Ahora hay que poner los cimientos debajo. 

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