CRÓNICA CONCIERTOS / The Cuban Jazz Syndicate
En el jazz, cada segundo cuenta: se vive el presente con todas las consecuencias. Por ello, no es de extrañar que los músicos lo afronten con la máxima exigencia.
La alineación que presentó The Cuban Jazz Syndicate anoche en el Fantasio de Navia estuvo formada por el bajista Yarel Hernández, el saxofonista Ariel Bringuez, el pianista Pepe Rivero, el trompetista Raynald Colom y el líder del grupo, el batería Michael Olivera.
Su rica coctelera se agita con el jazz latino de maestros como Mario Bauzá, Machito, Chano Pozo o Tito Puente, a quién le dedicaron la primera de la noche (“Pa´ Tito”).
Respetando la tradición del género, pero con una visión renovada y una propuesta fresca, The Cuban Jazz Syndicate no perdieron ni un segundo en dejar las cosas claras: lo suyo iba a ser una exhibición.
El primero en reclamar los focos fue Yarel, que se marcó un solo de bajo que superó los cuatro minutazos. Él fue el primero de los músicos en lucirse, algo que harían todos, y en cada una de esas ocasiones el nivel del show se elevaría un poquito más.
Por si fuese poco, a la fiesta se unió un sexto (sexta) integrante: la vocalista madrileña Miryam Latrece, quien apareció en escena para interpretar un precioso bolero bautizado como “Bolero Danzongo” que también tenía ingredientes del chachachá.
Aprovechando la bajada de revoluciones, TCJS invocaron el “Oye cómo va” (original del citado Tito Puente y popularizado por Santana) en una revisión muy libre que titularon como “Mi ritmo”, y que va muy de menos a más, dando lugar a un sonido moldeable, que rompe en un ritmo galopante y frenético que te sacude de arriba abajo.
En “Danza del carnaval” exploraron la faceta del free jazz más en la órbita de Coltrane, sorprendiendo al personal con un ramalazo psicodélico y oscuro, una muestra más del eclecticismo de la banda.
En palabras de otro enfermo del jazz como el escritor Julio Cortázar, “una cosa es la música que puede traducirse en emoción, y otra la emoción que pretende pasar por música”. Cuando el arte alcanza estos niveles, la frontera es difusa.
Pepe Rivero fue el más paciente, y esperó casi al final para desplegar su maestría a las teclas con otro sentido homenaje a otra leyenda del jazz cubano como Bebo Valdés (“Pa’ Bebo”).
Durante hora y media, el mejor jazz latino latió sobre el escenario, y si se acepta mi opinión, creo que es lo mejor que pasó por este pueblo desde Michel Camilo.
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