LITERATURA / Robert Charles Wilson
ROBERT CHARLES WILSON
Spin
Tres adolescentes, los gemelos Diane y Jason Lawton y su mejor amigo, Tyler Dupree, contemplan las estrellas cuando, de repente, éstas se apagan. Ha nacido el Spin, un peculiar escudo alrededor del planeta, de origen y objetivo desconocidos. Con "Spin", la novela con la que Robert Charles Wilson consiguió, en el 2006, el prestigioso premio Hugo. Para Stephen King, Robert es probablemente el mejor autor contemporáneo de ciencia ficción.
¿Cómo construye uno una vida bajo la amenaza de la extinción? La pregunta definió a nuestra generación. (...) Me atraía la medicina desde el principio, y parecía una elección sabia en la actual atmósfera de crisis en ebullición. Quizás me imaginaba que salvaría vidas, si el finde l mundo resultaba ser algo más que hipotético y menos que instantáneo. Pero ¿tenía alguna importancia si todos estábamos condenados? ¿Por qué salvar una vida si toda la vida humana perecería? Pero los médicos en realidad no salvan vidas, las prolongamos; y si eso falla, proporcionamos cuidados paliativos y aliviamos el dolor. Lo que puede que fuera la habilidad más útil de todas.
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¿Hacía dónde nos dirigíamos? Un montó de personas creen que estábamos enfrentándonos a nuestro último siglo como civilización viable, quizás incluso como especie. Calentamiento global, sobrepoblación, la muerte de los mares, la pérdida de tierra cultivable, la proliferación de las enfermedades, la amenaza de guerra nuclear o biológica...
- Nos hubiéramos destruido a nosotros mismos, pero al menos hubiera sido solamente por nuestra culpa.
- ¿De verdad? ¿Culpa de quién, exactamente? ¿Tuya? ¿Mía? No, hubiera sido resultado de varios miles de millones de seres humanos haciendo elecciones relativamente inocuas: tener niños, ir en coche al trabajo, seguir en el mimos trabajo, resolver primero los problemas a corto plazo. Cuando llegas al punto en el que incluso los actos más triviales son punibles con la muerte de la especie, entonces obviamente, obviamente, estás en una coyuntura crítica, una especie de punto de no retorno diferente.
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- Tictac -dijo Ina, poniéndose cómoda sobre el colchón de cartón húmedo-. Recuerdo cuando los relojes hacían tictac, Tyler. ¿Y usted? ¿Los relojes de antes?
- Había uno de ésos en la cocina de mi madre.
- Hay muchas clases de tiempo. El tiempo por el que medimos nuestras vidas. Meses y años. O el gran tiempo, el tiempo que alza montañas y crea estrellas. O todas las cosas que suceden entre un latido de corazón y el siguiente. Es difícil vivir en todos esos tipos de tiempo. Es fácil olvidarse de que uno vive en todos ellos.
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Vestir a Diane con ropas sin elegancia era tan fútil como intentar esconder una linterna bajo un sombrero de paja.
Me di cuenta de lo hambriento que había estado de ver su imagen. Qué insensatamente hambriento. Me avergoncé del placer que sentía en su presencia. Durante dos décadas habíamos sido poco más que conocidos. Dos personas que una vez se conocieron bien. No tenía derecho a sentir esa aceleración de mi pulso, la sensación de velocidad ingrávida que me provocaba ella simplemente al estar sentada en aquella silla de madera y apartando la mirada, sonrojándose ligeramente cuando nuestros ojos se encontraron.
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