LITERATURA / Paul Auster

PAUL AUSTER
La trilogía de Nueva York


Paul Auster alancanzó el reconocimiento internacional con "La trilogía de Nueva York", consagrándose como uno de los grandes narradores estadounidenses de su tiempo. Tres novelas policiacas (escritas entre el 85 y  el 87) en un solo libro. Auster para muchos es un auténtico plomo, para otros una pluma que consigue hacer fácil lo difícil. Este es un buen libro para cogerle el pulso al escritor de Nueva Jersey. 

A Quinn le pareció que el cuerpo de Stillman no había sido usado durante mucho tiempo y había tenido que volver a aprender todas sus funciones, de forma que la locomoción se había convertido en un proceso consciente, cada movimiento dividido en los submovimientos que lo componían, con el resultado de que toda agilidad y espontaneidad se habían perdido. Era como ver una marioneta tratando de andar sin hilos. 
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- Sin embargo, siempre he sospechado que Cervantes devoraba aquellos viejos libros de caballería. No puedes odiar algo tan violentamente a menos que una parte de ti lo ame también. En cierto sentido, don Quijote no era más que un doble de Cervantes. 
- Estoy de acuerdo. ¿Qué mejor retrato de un escritor que mostrar a un hombre que ha quedado embrujado por los libros?

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Pero los mendigos y los artistas constituyen sólo una pequeña parte de la población vagabunda. Son la aristocracia, la élite de los caídos. Mucho más numerosos son quienes no tienen nada que hacer, ningún sitio adonde ir. Muchos son borrachos, pero ese término no hace justicia a la devastación que encarnan. Sacos de desesperación, cubiertos de harapos, las caras magulladas y sangrantes, avanzan por las calles arrastrando los pies como si llevaran cadenas. Dormidos en las puertas, tambaleándose entre el tráfico, derrumbados en las aceras, parecen estar por todas partes en el momento en que los buscas. Algunos morirán de inanición, otros morirán de frío, otros serán apaleados, quemados o torturados. 

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Por primera vez en su vida le parece que le han dejado a solas consigo mismo, sin nada a que agarrarse, nada que le permita distinguir un momento del siguiente. Nunca ha pensado mucho en su mundo interior, y aunque siempre ha sabido que estaba allí, ha sido un territorio desconocido, inexplorado y por tanto oscuro, incluso para sí mismo. Se ha movida rápidamente por la superficie de las cosas hasta donde puede recordar, fijando su atención en esas superficies sólo con el fin de percibirlas, valorando una y pasando a la siguiente, y siempre se ha conformado con el mundo tal cual era, sin pedir más a las cosas que su presencia allí. 

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