LITERATURA / Miqui Otero

MIQUI OTERO
Hilo musical 


Miqui Otero acertó con su primera novela, "Hilo musical" cosechando algunas reseñas que espolearon su nombre e impulsaron esta fabula romántica. Ambientada en Villa Verano -un parque temático poblado de personajes que sufren todo tipo de abusos laborales y que viven una vida decadente- Miqui le saca humor y chispa a un relato ameno en el que impone la personalidad de un escritor que había llegado para quedarse. 


- Recuerdo cuando pedía esta canción a Los Estudiantes y los cabritos ponían cara de póquer. (...) sabían cosas de Elvis, o de Perkins, o versiones de canciones españolas, o de balas italianas, pero no mucho de los inglesitos, sobre todo al principio. (...)
- ¿Y sonaban bien?
- Sonaban a España, chaval. Pero poco después se hicieron con unas guitarras eléctricas, de esas que llegaban porque las traía algún soldado de la marina yanqui, de las que revendían en las bases militares de Andalucía. El caso es que la primera vez salieron del concierto con las manos sangrando de tanto rasgar. Después se dijo no sé qué tanto del punk: aquello sí que era punk. A mí me gustaba el batería: era un bestia. Tocaba con un tambor del ejército pintado de rojo, un bombo de circo y un platillo sin pedal. El tío tenía que apoyar el pie izquierdo en un diccionario de latín, un tocho enorme, porque si no perdía el equilibrio y se metía el leñazo. 

.........

Mientras decide mi talla de pantalón, siento un apretón de deseo alado e inoportuno, como cuando la peluquera te aplica el champú acariciándote el pelo; como cuando la desconocida empleada de la tienda de Levi´s se pone en cuchillas a hilvanar los bajos de tu pantalón mientras habla a la altura de tu bragueta como si ahí hubiera un micrófono escondido; como cuando una amiga demasiado guapa para ser tu amiga se confiesa con la nariz roja por el moqueo de la llorera, y se te abraza y te pide consejo con voz suplicante; como cuando una chica aparentemente desastrada, con el moño improvisadamente prendido con un boli Bic, estudia a tu lado en una biblioteca donde está prohibidísimo hablar, y saca bolígrafos de todos los colores y les coloca sus capuchones metódicamente cada vez que los usa, y de repente te pregunta si tienes sacapuntas para afilar su lápiz Staedtler; (...)
- ¿Te tira de la sisa? -me dice Alma. 
Y yo, sin tener ni idea de qué es eso, pero ubicando la sisa en otro lugar de mi mapa corporal, como quien responde en el Trivial que Ocata está en Japón y no en el Masnou catalán, le respondo:
- Un poco...
Para relajar todos los músculos, pienso al azar en imágenes que le quiten hierro a la situación: las piernas de Hristo Stoichkov, el puñetazo de Ruiz Mateos...

.........

- Mira muchacho, mi vida ha sido la de un salmón. (...) Tú te pareces un poco a mí porque tienes un poco cara de lengunado y porque te gustan las historias de aventuras como a un subnormal una pandereta (...) 
- Gracias, Capitán -respondo por si las moscas.
- ¿Has visto alguna vez un salmón? (...) los salmones jóvenes son los animales más guapos del mundo. Son bicolores, como los cadillacs más bonitos. (...) Brillan debajo del agua y saltan un montón de metros. ¡Joder!, durante una época de su vida podrían ser los reyes del mar, los donjuanes de las hijas de Neptuno, y nadie les tosería. (...) Pero en algún momento empiezan a remontar el río hacia zonas transparentes con una sola cosa en la cabeza: el amor, tío, el amor o lo que hay dentro de todo ese paquete con lazo hortera que es el amor, o sea, follar. Durante esos años viven de rentas, de su esplendor y de la grasa acumulada de lo que se han zampado en el mar, porque lo que es en agua dulce están a dos velas. Se pasan la vida remontando un río, saltando árboles, luchando contra remolinos, nadando hasta siete kilómetros al día a contracorriente, sufriendo eso sólo para echar el primer polvo de su vida allí arriba, en aguas transparentes. (...) Pero a medida que se acercan a su meta, a lo que han soñado durante todos esos años, se empiezan a poner feos: les crece la mandíbula muchísimo, como en forma de gancho, se vuelven de un color cobrizo enfermo, así, de vino picado, y se mueven con mucha dificultad. Eran preciosos, pero ahora los condenados son realmente feos. 
- Como Marlon Brando. 
- Sí, sólo que ése se había follado a medio planeta cuando empezó a ponser feo, y te recuerdo que el salmón aún es más virgen que Marcelino. 

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