CRÓNICA CONCIERTOS / Julián Maeso
JULIÁN MAESO
Sala Club Niemeyer (Avilés)
Viernes 16 de enero 2015
Parafraseando el
título de su último disco, Julián Maeso y su banda pidieron un ticket de ida
para Saturno. Está claro que la tierra se les queda pequeña.
TEXTO: Jonathan Pérez del Río
FOTOS: Juan Tomé
Unos imprevistos
de última hora nos retrasaron lo suficiente como para perdernos a los
teloneros, los asturianos Winchester, que venían presentando su último trabajo,
“Riding Wild Pigs”. Una pena, pues llegamos con el grupo despidiéndose. Es lo
que tienen los conciertos que empiezan a la hora, y en el Niemeyer,
afortunadamente, los horarios se cumplen. Algo que no debería ser noticiable
pero que en este país lo es.
Había expectación
por ver a Julián Maeso y se palpaba en la buena entrada que presentaba la Sala
Club, con más gente de lo habitual. Expectativas creadas por “One Way Ticket To
Saturn”, disco de revalida que se ha colado en las listas de lo mejor del año
(casi por unanimidad) en todos los medios especializados.
Y a pesar del
nivel de exigencia, el directo empequeñece el disco. La banda de acompañamiento
(¡¡¡qué banda!!!) formada por Paco Cerezo al bajo, Pere Mallén a la guitarra y
Antonio Pax a la batería, le da aún más electricidad al asunto y sube un peldaño
más el nivel de todo el repertorio. Repertorio con altibajos. No en la calidad,
incuestionable, sino en la intensidad de las canciones. Maeso y su banda hacen
lo que les da la real gana, sin encorsetarse, sin ceñirse a etiquetas ni
patrones.
Gobierna el buen gusto y se aprecia cultura musical en cada acorde, y
del rock espacial (el Hammond tiene mucho que ver) de por ejemplo “Leave In It
Time” pasan al heavy blues (“Someday Maybe Someday”), al jazz fusión, al
country rock (“Men & Ladies”) o al funky soul (“One Way Ticket To Saturn”)
con una facilidad que cuesta expresar con palabras. Pero es verdad que los
cortes más light (“Get Ready, Get Strong”) empalagan y se hacen densos y
pesados en contraste con los más vertiginosos, y eso demanda alguna parte del
público. Público en donde se encontraba algún que otro maleducado que no dejó
de hablar durante el show, teniendo incluso Maeso que mandarles callar (“El silencio es una parte muy importante en
la música” dijo el toledano intentando zanjar el asunto). La demandada caña
llegó en cuanto Maeso se enfundó la guitarra sacando su lado más salvaje.
Y el concierto
avanza yendo muy de menos a más. Los músicos se calientan y pisan el acelerador,
contagiando a un público que tardó en animarse, aunque algunos ya se habían
sumergido desde los inicios en un trance hipnótico que no
abandonarían hasta el final del show. Ese es el espíritu. Ese es el Soul. Es
más, uno de ellos fue invitado a subir y bailar libremente desde el escenario
al ritmo que le imponían los músicos en su particular jam session. El protagonista ocasional se movía embrujado representando
perfectamente el espíritu indomable que quiere transmitir Maeso con su música.
Una propuesta que no es apta para todos los públicos, motivo, precisamente, de
que este diamante en bruto siga siendo disfrutado sólo por las pequeñas
audiencias. Escuchando la obra de Maeso uno tiene la sensación de viajar a lo
largo y ancho de Estados Unidos, y de querer más, a pesar de lo enriquecedor
del viaje. ¿Un billete de ida para Saturno? Sí, por favor.
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