ARTÍCULO SOCIEDAD / Una Foto

UNA FOTO

Hace unas semanas, aprovechando una breve estancia en otra ciudad, fui a ver una exposición de pintura provista de una entrada comprada previamente online. (...) Entré cuando me tocó el turno, seguido de varios centenares de personas. En el interior no se podía dar un paso y el griterío era ensordecedor. Atravesé la masa como pude, llegué a la salida y me fui. No lo cuento para reiterar la queja tópica. Es raro pero es así: los cines están vacíos y los museos, a rebosar. Es el público quien decide, y como dicen en mi tierra: el que paga, manda. (...) Tampoco es mi especialidad especular sobre el devenir de la cultura. Sólo refiero mi anécdota trivial como introducción a la pregunta que me inquieta: si esta es la oferta, ¿cuál es la demanda? Dicho en otros términos, ¿que deseo irrefrenable se esconde detrás del afán universal de hacer un turismo de aglomeraciones y prisas? Todos los gobiernos fomentan el turismo, por supuesto, pero los gobiernos fomentan muchas cosas que el ciudadano se esfuerza en no cumplir. (...) Desde el punto de vista económico, el turismo es un arma de doble filo. Entra dinero y sale dinero. Si una persona evade millones de euros y los esconde en el extranjero es un delincuente; pero si muchas personas se gastan los mismos millones en hacerse selfies delante de la Torre Eiffel, todos felices. Probablemente alguna de estas personas sacará provecho intelectual o emocional de la movida, pero la mayoría sólo regresará a casa derrengada, confusa y con un montón de fotos que no verá nadie, ni siquiera su autor y principal protagonista. Si en un futuro lejano eruditos alienígenas estudian la vida en la Tierra a partir de esta cantidad astronómica de fotos, llegarán a la conclusión de que fuimos una raza enloquecida, que se afanaba por perpetuar el momento en lugar de sacarle partido y que pasaba de largo por la vida, colgando las vivencias en la nube. (...) Es cierto que hacer fotos para inmortalizar un momento lo convierte en un momento no vivido, sino sólo retratado, pero tampoco es esta la cuestión. Los turistas no hacen fotos por razones existenciales, sino para aplazar la contemplación de lo que están viendo. Están inmersos en un viaje enfebrecido y se han imbuido de un ritmo frenético que les impide pararse a degustar lo que tienen delante.  (...) Los lienzos que visité con tan poca fortuna, y todos los cuadros del mundo, piden justamente lo contrario. Para ver una obra de arte sólo hace falta tener los ojos en buen estado. Para apreciarla se necesita, además, un mínimo de sensibilidad y también un poco de iniciación a la materia. Pero para que la experiencia cale hondo hace falta una cosa más: atención. Y en la vida que llevamos, ni el tiempo ni el dinero nos alcanza para poner atención a nada. Una foto y hasta luego. 

Eduardo Mendoza
Columnista de la revista ICON

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