CRÓNICA CONCIERTOS / Chucho Valdés & Joe Lovano
CHUCHO VALDÉS & JOE LOVANO
Teatro La Laboral (Gijón)
Viernes 14 de octubre 2016
¿Una leyenda como Chucho
Valdés girando por primera vez con un paladín del sello Blue Note como Joe
Lovano y parando en España únicamente en Gijón? Apoteósico ¿No? Pues mire, debería ser así, pero no. Son músicos
excelsos que con su sola presencia llenan el escenario y, sin embargo, el
concierto se hizo demasiado, ¿cómo decirlo?, denso.
No escatime en detalles
hombre, no me deje así.
Chucho Valdés es quien es y atesora todos los premios y reconocimientos habidos y por haber por algo, y a sus 75 años sigue siendo un monstruo, un
funambulista sobre las teclas a quien se le escapan las notas de los dedos,
pero al saxofonista Joe Lovano, a pesar de ser perro viejo en el negocio, el asunto le queda
un poco grande. Su presencia está justificada en esas piezas lentas con aromas noir donde el respetable aprovecha para
buscar la boca de su pareja, o quizás su cuello indefenso. Una canción así en
el repertorio queda muy bien. Tres, excesivas.
No todo serían baladas digo
yo. ¿Dónde quedó el jazz latino? Lo hubo, pero anoche los músicos parecían dispuestos a jugar más de
lo habitual, gobernando en todo momento ese caos controlado tan propio del jazz
más puro, un frenesí constante donde, de repente, todo se paraba para volver a
empezar de nuevo. Progresiones extensísimas de ida y vuelta, poco digeribles
para los menos profanos en la materia. Y es que, al virtuosismo, a veces le da
por asomar así.
Vaya por Dios. ¿Ninguna
sorpresa agradable?
Me alegro que me haga esa pregunta. Pues sí, el impresionante batería Francisco
Mela, que estuvo imperial y que se llevó para casa una de las grandes ovaciones
de la noche. Aunque es justo destacar también el papel de sus compañeros en la
base rítmica, Yaroldi Abreu a las percusiones y Gastón Joya al contrabajo,
ambos impecables como leales escuderos, ejerciendo de colchón en el caso de que
Chucho y Joe, quienes iban por libre tocando sobre el alambre, en el caso de
caer, cayesen sobre seguro.
Entonces qué, ¿merece la pena
ir a verles? Desde luego,
en el caso de que lleve mamando Jazz desde su más tierna infancia. En caso
contrario, lo disfrutará tanto (o más), escuchándolo tranquilamente desde el
salón de su casa.
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