BASADO EN HECHOS REALES / El Paso

Basado en hechos reales. O no. Porque muchas veces la imaginación hace el resto y probamos con una realidad paralela, por el "y que pasaría si...". Situaciones cotidianas que se cruzan con la ficción. 

EL PASO

Entre la bruma se filtraban los aullidos de los lobos, aunque aquella noche no reinase la luna llena. El desasosiego era presente en la manada cada sábado, cuando la oscuridad envolvía los últimos rayos de luz. Las criaturas nocturnas, presas del miedo, buscaban refugio en cualquier lugar.

Quizás el miedo fue la señal definitiva para tomar ese desvío, pues un sentimiento perturbador e intrigante se iba apoderando de mí a  medida que me iba acercando al km 122. O quizás fue el azar lo que me condujo allí, a ese garito fronterizo en cuyo luminoso podía leerse “El Paso”.

Fronterizo por ejercer de puente entre dos dimensiones, una puerta de entrada a un lugar donde se congela el tiempo, donde uno es incapaz de discernir realidad de ficción. Arcano por estar escondido entre los árboles; sobrecogedor por lo tétrico del entorno, una estampa llena de misticismo.

Tras mucho sopesarlo, mi lado bravucón le gana la batalla a mi lado amedrentado, y armado de valor, busco sosiego en el interior. Suben los decibelios, cojo aliento, y observo a la banda que gobierna la velada, sumergida en una envolvente jam session. Instrumentos en pleno frenesí flirtean unos con otros. La época de celo ha comenzado para ellos, y entrelazados por una amistad rítmica, explotan en una vorágine de notas y acordes que se expanden por cada rincón del local.

La armónica se eleva aceptando el reto, y la percusión, galopante a altas revoluciones, dirige el crescendo frenético, consiguiendo la sinergia perfecta para que cada uno de los presentes (pobres diablos en busca de su propio karma) se sumerja en un espacio onírico. Onírico por estar en comunión con lo atmosférico, a caballo entre lo fantástico y lo espiritual.

Me bastaron cinco minutos para encontrarme en casa, con la sensación de haber descubierto por accidente el Santo Grial, una especie de serendipia donde esconderse del mundo cuando este no te guste. 

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