CRÓNICA CONCIERTOS / Viva Belgrado

VIVA BELGRADO
Sala La Salvaje (Oviedo)
Domingo 22 de enero de 2017

Viva Belgrado o el arte de repartir zapatilla por un tubo para romper de un plumazo con la desgana de una noche de domingo puramente invernal.
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TEXTO: Gabriel Fernández García
FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Llegaba a la capital asturiana la banda cordobesa Viva Belgrado después de una fugaz gira de cinco días por la Península que les había hecho visitar previamente Lisboa, Oporto, Pontevedra y A Coruña. Última parada, la sala ovetense La Salvaje. Y fugaz fue también su actuación, pues en poco más de cincuenta minutos despacharon sobre el escenario un repertorio variado y contundente que hizo despertar instantáneamente del letargo dominical a la más que aceptable (en cuanto a número) concurrencia, la cual probablemente hubiera sido incluso mayor si el concierto se hubiera celebrado una noche de viernes o sábado.

Como era de esperar, los cordobeses presentaron un repertorio basado en los pilares de su último disco (“Ulises”, 2016) y de su anterior trabajo (“Flores, Carne”, 2014), con el que empezaron a ser más conocidos en todo el territorio estatal. Nos referimos a composiciones  salvajes y desgarradas como “Báltica”, siempre enlazada en las actuaciones de la banda con  la progresivamente apacible “De Carne y Flor”… Un verdadero himno, con todas las de la ley.


“Por la mañana, temprano”, “Osario” y “Annapurnas” también forman parte de ese núcleo de canciones escénicamente poderosas y  agradecidas por la parroquia presente. Habría que destacar además la cabida, a modo de enlace, de pequeñas piezas inquietantemente sosegadas, caso de la impronunciable “~”. Y para los seguidores más antiguos de la banda también hubo algún guiño en forma de canción, como “El Gran Danés”, perteneciente al EP “El Invierno”, del año 2013.

Viva Belgrado son, pues, sinónimo de biela y zapatilla, de sensaciones encontradas, de entrañas esparcidas por el escenario… pero también de letras poéticas construidas con un alto grado de intimismo y, por qué no, timidez (un bajista que se pasa toda la actuación de espaldas al público podría dar buena fe de esto)… Poesía, sí, pero no de esa de rima fácil en los versos pares… Aquí hay muchos versos libres y “dolor vertical”… el de verdad, no el banal. Y por si esto fuera poco y parafraseando un comentario existente sobre un vídeo de ellos colgado en la red, después de su concierto no se avistan por ningún lado las ruinas del campanario. Pero el tanque sale más potente que nunca. Y ya que la vida es movimiento, como dicen estos cordobeses al final de “Ravenala” (canción de cierre de su último álbum y del concierto en La Salvaje), esperamos poder reencontrarnos pronto en algún recodo del camino.

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