CRÓNICA CONCIERTOS / Barrence Whitfield & Mambo Jambo + The Fuzillis
BARRENCE WHITFIELD
& MAMBO JAMBO
+ THE FUZILLIS
La Lata de Zinc (Oviedo)
Miércoles 22 de noviembre de 2017
La tarde del 22 de noviembre los termómetros marcaban
22º… ¡en Asturias! No podemos garantizar si este repentino aumento de las
temperaturas fue cosa del cambio climático o causado por la llegada al
Principado de Barrence Whitfield y los Mambo Jambo.
Todos, juntos y revueltos, actuaban en la Lata de
Zinc, y con este cartel la fiesta, el fiestón, estaba asegurado. El show
comenzó con el habitual retraso (de una hora) de los conciertos celebrados en
esta sala, algo que a la gente no pareció importarle mucho, pues en el bar de
al lado estaban poniendo el Juve-Barca y el Atleti-Roma. Jornada de Champions
ya saben. Fútbol y Rock&Roll. ¿Y por qué no?
En medio de la tertulia futbolística (¿por qué no
juega hoy Messi?) se colaban piropos hacia los teloneros: cuidado con The
Fuzillis que la pueden liar. Dicen de ellos que son los primos hermanos de los
pollos más locos del R&R, los MFC Chicken, y es que tanto el saxofonista
Spencer Evoy (sustituyendo provisionalmente a T-Mag Maguire) como el bajista Zig comparten bandas, siendo además este último el padre del
guitarrista, Dan Martin Jr, un jovenzuelo de 22 años que es un torbellino sobre
el escenario.
Y lo cierto es que los londinenses la lían parda
desde el minuto uno. Llegué con la tercera canción y el ambiente ya estaba
agitado. Y la cosa estaba empezando. Disparan intro-mentals (intrumentales
mentales como ellos definen sus propios pildorazos, incluidos muchos de
ellos en su carta de presentación “Grind A Go Go, Volumen 1”) y versiones
alocadas de los Stooges (“No Fun”), de Etta James (el “Tough Lover” pasado por
el filtro de Nick Curran) o de The Gentlees (“Take It Off”), y el cenit llega
con el selvático “Ungawa”, momento en el que comienzan a repartir carteles con
el nombre de la canción, invitando a subir a la gente al escenario (¿cuánta peña
había por metro cuadrado en las tarimas?), dividiendo la sala claramente en
dos: los que estaban arriba y los que estábamos abajo. Y lo agradecimos, pues la
Lata de Zinc estaba a reventar y fue la única ocasión en la que pudimos coger
algo de aire. Porque de ahí al final no hubo respiro. 25 trallazos en poco más
de una hora de Frat Rock, R&B, Exótica, Swing, Twist, Rock Garaje o Boogie Boogie.
Velocidad no apta para todos los públicos.
Que los Fuzillis sean los teloneros es una soberana
putada para los que van después. Y es que no es fácil tocar tras semejante
tsunami. Pero es que los que se suben al escenario son los supersónicos Mambo Jambo, y lo hacen con la confianza que les da ser
una de las mejores bandas de R&R instrumental del continente. Y si a ello
le sumamos la presencia como frontman
de Barrence Whitfield, el aullador de Boston, uno de los últimos screamers del R&B, el resultado es
una bomba de relojería a puntito de explotar. Y nos explotó en toda la jeta.
Era la tercera ocasión que veía a los Mambo Jambo y las
tres en escenarios muy diferentes. La primera jugando en casa, en la Sala Apolo
de Barcelona; la segunda en el mejor festival de Rock&Roll del país, el
Azkena de Vitoria; y esta tercera en un escenario que les quedaba,
literalmente, pequeño. Apenas podían moverse, y tocaron como fieras enjauladas,
contenidos pero transmitiendo igualmente todo un torrente de energía.
Arrancaron con dos instrumentales (“Fuego Cruzado” y “The Whip”) antes de dar
la bienvenida a Barrence Whitfield, que lucía una camiseta precisamente del
grupo que le está respaldando en este tour. Todo queda en casa. Y la
complicidad se nota.
Barrence llena el escenario solo con su vozarrón sin
necesidad de moverse mucho (tampoco había sitio para lucimientos). Los screamers (o aulladores) son especies en
peligro de extinción, y escuchar a uno es como viajar en el tiempo a los
primitivos Rock and Rollers de los 60. La voz de Barrence no necesita
escolta, pero por si acaso ahí están Anton Jarl, Ivan Kovacevik, Dani Nel-lo y
Dani Baraldés para moldear una bola de demolición que arrasa con todo.
Un detalle importante fue la presencia en las
primeras filas de una menor de edad. La joven, acompañada por sus padres,
disfrutó como la que más del concierto, algo que es motivo de celebrar, pues en
la mayoría de los sitios se le impediría la entrada, y por consiguiente, se le
cerraría la puerta de la música en vivo. Ojalá algún día esto no tenga que ser
noticiable.
Podemos afirmar con rotundidad que, a eso de la
media noche, la Lata de Zinc era el punto más caliente de la península. Para que un concierto sea memorable tienen que
darse varios factores: buen sonido, buenos músicos, buenas canciones, una
poderosa puesta en escena, y ese feedback
con el público para crear esa atmósfera mágica. No cambiaría por nada esas
horas que vivimos bajo tierra, en los subsuelos de la Lata de Zinc. Lo resumiré
diciendo que si no fue el mejor, sin duda fue uno de los conciertos del año.
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