CRÓNICA CONCIERTOS / SMILE

SMILE
La Salvaje (Oviedo)
Sábado 25 de noviembre de 2017
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Algunos creemos en la Música y en el poder que esta puede ejercer sobre la sociedad. La Música como herbolario para curar cualquier mal de forma sana y natural. Alguien dijo una vez que, cada vez que escuchamos cantar a Sam Cooke el mundo es un lugar un poco más bonito.

Smile (no confundir con la banda inglesa que formaron a finales de los 60 Brian May y Tim Staffell), al igual que Sam Cooke, creen en el poder de las canciones, y ya de mandar un mensaje, pues que este esté lleno de energía positiva y buenas vibraciones.


Estamos a finales de noviembre, pero vivir un concierto de Smile nos recuerda los buenos momentos de la temporada estival que ya pasó (“Good Old Times”), y parece como si por el sótano de La Salvaje se intentarán colar los últimos rayos de sol de un atardecer a pie de playa. El tacto de la cálida arena, el sonido del mar, el olor a crema de coco. Palmeras y pelotas de hinchables que sobrevuelan nuestras cabezas. ¿Os lo imagináis? Bonita estampa. Y bonitas canciones: “Such A Longtime”, “When The Lights Change”, “Disposable Lovers”, “Light You Up” y la irresistible “City Girl”. Hit tras hit.

El sonido de la banda ha ido mutando desde sus primeros trabajos, y de Wilco, Mumford & Sons o Fleet Foxes pasaron a Jack Johnson, The Coral o Vampire Weekend. Y a pesar del cambio, siguen sonando a perfectamente reconocibles.

John Franks, alma mater de este proyecto, se gana al personal enseguida gracias a su arrollador carisma, y nos invita a estar calladitos para comenzar, en plan íntimo, “Do As I Want”, él solito armado con su ukelele, antes de que la banda se incorpore en un crescendo maravilloso que nos recordó a la atmósfera mágica del Songs For An Ewan Day. Una banda de músicos fantásticos por cierto, que ejecuta de forma impoluta cada canción, incluso cuando John se filtra y desaparece entre el público y nadie les está prestando atención. Orfebres de melodías en las sombras. 


“Adela” y “Lucky Day” ponen el punto meloso a la noche, y precisamente en una noche concreta nos sitúa John cuando nos cuenta sus historias entre canciones. Una noche en una discoteca, donde consiguió su primer beso (con el inmortal “Eternal Flame” de The Bangles como banda sonora). En una noche que, al igual que este concierto, pasa volando. Porque, como ya sabéis, cuando uno se lo está pasando bien el tiempo transcurre a otra velocidad, a la de la luz.

John nos invita a bailar, a conocernos mejor, a besarnos, a notar el calor del que tenemos al lado, a disfrutar plenamente del momento presente, de intentar aprovechar esas Last Chances, que son las 7 de la mañana y no hay tiempo que perder.

Ojalá, por casualidad, tengamos un Happy Accident y encontremos aquello que estamos buscando, sea lo que sea. Y solos, o acompañados, nos marchemos para casa con una gran sonrisa en la cara. 








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