CRÓNICA CONCIERTOS / L.A.

L.A.
La Salvaje (Oviedo)
15 de noviembre de 2018
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Preparar el petate, y de casa, echando leches al aeropuerto: último (y único) vuelo Mallorca-Asturias. Embarcar por los pelos. Aterrizar en el Principado. Próxima parada: La Salvaje, Oviedo. Llegar y probar, deprisa y corriendo, en la intimidad de una sala vacía, con la incertidumbre de cuanta gente vendrá a verte una noche de jueves.

La vida del artista a veces es así de surrealista: en unas cuantas horas pasas de estar en el comfort de tu casa a llegar a una ciudad donde nunca has estado para tocar ante gente que no conoces. Luis Alberto Segura, alma mater de L.A., está enfrascado en esta gira con aroma a despedida con la que dejará en stand by este proyecto para irse en la búsqueda de nuevos horizontes sonoros.



A las 10 de la noche, con La Salvaje repleta. Luis Alberto Segura sale al escenario, toma asiento, se enfunda la guitarra y comienza a juguetear con ella. Cegado por los focos no nos puede ver, pero nos intuye, y las voces se van fundiendo poco a poco en un respetuoso silencio. El feedback con el público es inmediato. El concierto puede comenzar. Una vez sobre las tablas todo fluye con naturalidad, incluso cuando las pedaleras le fallan y se queda “tirado” en medio de una canción.

Sabedores de que volveremos a verle algún día con su banda, pero que quizás pasen unos cuantos años hasta entonces, disfrutamos de un repertorio de canciones maravillosas que se han quedado debajo del radar para una mayoría que no sabe lo que se pierde. Joyas como “Under Radar”, “Close To You”, “Hands”, “Leave It All Behind” o “The Keeper And The Rocket Man”, que gracias a su precioso timbre de voz, y a un falsete de terciopelo, crean esos microcosmos a los que se refería Luis entre canción y canción: “vamos a intentar crear un MicroOviedo aquí”.



No es tarea fácil repasar 10 años de L.A. en hora y media de concierto acústico y esquivar esos inevitables descensos de intensidad. Él lo consigue. Con la esperadísima “Stop The Clocks” llega la despedida. 

Se pararon los relojes en La Salvaje; se ralentizó el tiempo. Y estuvimos tan a gusto en ese espacio onírico, que al salir a la calle, ya nos había invadido la nostalgia. 

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