CRÓNICA CONCIERTOS / WarCry Symphonic

WARCRY SYMPHONIC
Auditorio del Niemeyer (Avilés)
24 de noviembre de 2018
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Todo parecía indicar que estábamos ante una de esas veladas especiales: WarCry repasaría lo más granado de su repertorio jugando en su tierra, y escoltados nada más y nada menos que por toda una orquesta sinfónica formada por 60 músicos (del Conservatorio Julián Orbón y de la Jóven Orquesta Sinfónica de Cantabria) dirigidos todos ellos por Miguel Navarro. Y para añadir más talento a la ecuación, el violinista búlgaro Vasko Vassilev (cuya reputación le ha llevado a colaborar con artistas del calibre de los Rolling Stones, Sting o Plácido Domingo) colaboraría en algunas piezas.



Lo de tocar con una orquesta sinfónica no es nuevo en el universo Rock (Frank Zappa, Scorpions, Metallica, Deep Purple o Yes pueden dar cuenta de ello), pero tras más de 15 años de trayectoria, WarCry pueden sacar pecho orgullosos por todo lo conseguido (ser un referente del Heavy Metal actual tanto aquí como al otro lado del charco), y este no dejaba de ser otro reto mayúsculo para añadir a su curriculum.


A pesar de lo atractivo del cartel, del tirón que tienen WarCry, y de la fidelidad de la parroquia Heavy, para mi sorpresa, el auditorio del Centro Niemeyer no se llenó, aunque sí que tuvo una muy buena entrada. La ocasión, que demandaba el lleno, también demandaba un comportamiento más moderado por parte de cierto público que interrumpía a Víctor cada vez que este tomaba la palabra para introducir alguna canción. El error por parte de la banda fue contagiarse un poco en este juego, lo que hizo que este gran acontecimiento pareciese un gran ensayo con audiencia.


Tampoco ayudó, a mi juicio, el orden del repertorio. WarCry decidieron subirnos en una noria, y pasábamos de arriba abajo en intensidad (de la épica a la melancolía) una y otra vez. Esto, en lugar de dar el dinamismo buscado, empantanó el show, y transcurría el bolo con la esperanza de que, tarde o temprano, todos acabaríamos viniéndonos arriba. Pero no. Para cuando llegó la traca final con (“Capitán Lawrence”, “El Guardián de Troya”, “Hoy Gano Yo”) ya era demasiado tarde.


El concierto, que iba a acabarse ahí, desembocó en un medley que abrió el libro de los tópicos (“Beat It”, “Black Night”, “Highway To Hell”…) para dar paso finalmente a “Tú Mismo” (ese himno tantas veces coreado) con algunos de los alumnos saltando por el escenario y con las últimas filas del público enfilando ya la salida.


Antes de que los acérrimos fans se me tiren a degüello, en lo meramente musical el concierto fue, salvo algún problema técnico, académico. No es tarea fácil crear unos arreglos que empasten (y que luzcan) con estos temas, pues unos se prestan más que otros: “Nana”, es una preciosidad, pero su simpleza impide florituras; “Cobarde”, en cambio, da más juego.


Personalmente viví el concierto con cierta nostalgia, reencontrándome con mi Yo de hace 15 años (una etapa en la que abrazaba con cariño el Heavy Metal), sintiendo cierta envidia por todos aquellos que sintieron la electricidad en el cuerpo como en su día la sentí yo con este tipo de grupos. Etapas, ya se sabe. 

Tuve la oportunidad de ver a WarCry ocho veces en directo, y si por casualidad, esta es la última, no será por la que me lleve el mejor recuerdo. Aunque apuesto que, para muchos, este fue uno de los conciertos de su vida.

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