LITERATURA / Woody Guthrie

WOODY GUTHRIE
Rumbo A La Gloria


Si no hubiese existido Woody Guthrie, no habría existido Pete Seeger (quien firma el prólogo de este libro) y por ende, Bob Dylan. Las historias que vivió Guthrie, y cómo las cuenta, bien merecen la lectura de este "Rumbo A La Gloria", donde se narran las aventuras en las que se enfrascó un jovencísimo Woody desde que decidiese abandonar su Oklahoma natal. Un nómada que deambulaba por tabernas o tugurios de mala muerte, y que trabajaba en cualquier fábricas o campo de cultivo para comer, y a pesar de las penurias y el hambre, siempre se mantuvo firme en su sueño de cantar (y contar) la historias del pueblo. 

"Un día me pudo la curiosidad. Me dije que iba a probar una de aquellas botellas de Jake. Un hombre ha de tener interés por las cosas. Llené una jarra mediada de cerveza de raíz. Estaba fresca y rica, y luego le quité el tapón a una de las botellas de Jake y lo mezclé con la cerveza. Cuando el Jake tocó la cerveza, comenzó a macerarla, y se desataron siete guerras civiles y dos revoluciones dentro de esa jarra. La cerveza intentaba domar al Jake, y el Jake intentaba engullirse a la cerveza. Chisporrotearon y borbotearon, haciendo un ruido como el de la panceta friéndose. El Jake preseguí a las pequeñas burbujitas y éstas ibas tras el Jake, y la cervaza giraba como el remolino de un enorme rápido. Daba vueltas y más vueltas a tal velocidad que por el medio se formaba un pequeño embudo. Esperé unos veinte minutos a que aquello se asentara. Al final tenía el color del cuero de una silla de montar nueva, y había llegado a su estado de máxima calma. Me incliné y pegué el oído al borde de la jarra. Petardeaba y crujía como una ametralladora, pero pensé que sería mejor bebérmelo ya, antes de que se transformara en un tifón o en una tormenta de polvo. Para arriba y para dentro; me supo a jengibre y a picante, y estaba caliente, seco, nublado y deslizante, turbulento y frío, y amenazaba a lluvia o a nieve. Me tomé otro buen trago y los botones de mi camisa se soltaron y mis entrañas ardieron como si me hubiesen llenado el estómago con agua de fregar. Me lo metí para adentro, y cuando desperté me había echado del trabajo. 

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