LITERATURA / Carl Wilson

CARL WILSON
Música De Mierda



El crítico musical Carl Wilson ha escrito un maravilloso ensayo sobre el amor (a la música), el esnobismo como coraza y la capacidad de emoción en tiempos de cinismo. “Música de mierda” nos hará preguntarnos muchas cosas sobre nuestros gustos musicales. 

Yo había dejado de escuchar radios de pop comercial a los once años y los centros comerciales me provocaban agorafobia, pero la flautita de la intro me perseguía en cafeterías, garitos de falafel y, cuando me los podía permitir, también en los taxis. Evitar "My Heart Will Go On" en 1997-1998 habría requerido retirarse a lo Unabomber a algún lugar donde no llegaron los rastros sonoros de la civilización. 


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Las subculturas musicales existen porque los instintos nos dicen que ciertos tipos de música son para ciertos tipos de persona. Pero esos códigos no son siempre transparentes. Una canción nos atrae por su ritmo, su estilo, su calor, su idiosincrasia o porque el cantante tiene un no sé qué; escuchamos la música que nos recomiendan nuestros amigos o prescriptores culturales, pero resulta difícil no darse cuenta de cómo esos procesos son un reflejo de nuestra forma de autodefinirnos y, al mismo tiempo, contribuyen a ella, o hasta qué punto nuestro personaje encaja con nuestros gustos musicales. Esto se pone de manifiesto más claramente que nunca en la guerra de identidad que es el instituto, pero la música nunca deja de ser una insignia distintiva. Con la retórica inconsciente del rechazo ("eso es pop quinceañero", "eso solo les gusta a los hippies", "eso es música para violadores") cerramos las puertas de los clubes de los que no queremos formar parte. El psicoanálisis nos diría que nuestras aversiones nos cuentan más acerca de lo que nos atrae inconscientemente que nuestros deseos conscientes. ¿Qué verdades desagradables podemos descubrir si analizamos con mayor atención nuestros miedos y odios, lo que consideramos "mal gusto"?

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El nuevo estilo tuvo éxito gracias al surgimiento de un nuevo público en las metrópolis, pero también porque la radio y las grabaciones permitían una mayor fragmentación del marketing; los habitantes de zonas rurales y del sur se abrieron a los nuevos discos "hillbilly" (folk y country) y "raciales" (blues y, más tarde, R&B) y, según Tin Pan Alley dominara la música popular norteamericana durante medio siglo, aunque asimilaran sus canciones a través del cine o de versiones country y R&B. El country y el blues eran estilos musicales más emocionales, y nunca llegaron a contagiarse de los aires de superioridad y el oportunismo de la corriente urbanita mayoritaria. 

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Pero la música sensiblera también experimentó cambios inesperados en la posguerra: el country se desmarcó del gueto del hillbilly y, aunque adoptó sonidos más ásperos, como el de Hank Williams o Johnny Cash (dos músicos en absoluto ajenos a la sensiblería), sacó a la luz una vena sureña de la música de salón del siglo XXI que había sobrevivido en las baldas de artistas como Jim Reeves y Martin Robbins, un vínculo que se remonta hasta la Familia Carter o el cantante cowboy con formación operística de la década de 1920 Vernos Dalhart. Elvis Presley combinó el country sensiblero con su devoción por los cantantes melódicos italianos, en baladas que ampliaron su popularidad más allá de las adolescentes (...). El Elvis de Las Vegas fue una premonición de la Céline de Las Vegas: el rey del rock'n'roll era también el príncipe de la música sensiblera. 

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...sentimos curiosidad por lo que los demás escuchan, queremos formar parte de algo, tener cosas en común sobre las que hablar. También nos sentimos inseguros respecto a nuestras opiniones y queremos compararlas con las de los demás. Así pues, es posible que las canciones sean famosas simplemente porque son famosas. 

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Por mucho que digamos, muy pocos de nosotros somos verdaderamente indiferentes a lo "cool" y podemos evitar sentir cierta ansiedad por si no lo somos lo suficiente, y la teoría de Bourdieu ilustra por qué no se trata de algo meramente superficial: no ser "cool" tiene consecuencias materiales. Nuestras oportunidades sexuales, ascensos laborales y respeto profesional, e incluso nuestra seguridad elemental pueden depender de ello. Ignorar lo que es "cool" puede traducirse en un descenso en el escalafón social en un momento en el que mucha gente pierde el tren de la clase media. 

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El gusto, al fin y al cabo, forma parte del carácter que mostramos a los demás. La personalidad es un medio creativo en sí mismo. La gente espera que muestres una cierta coherencia en lo tocante a tus gustos, una cierta sensibilidad, del mismo modo que confía en que no adoptarás puntos de vista políticos diametralmente opuestos de un día para el otro o que no cambiarás de acento en plena conversación. Así pues, el hecho de tener preferencias musicales o gustos personales es positivo, siempre y cuando no seamos tan ingenuos como para pensar que estos son única y exclusivamente personales, ni tan egoístas como para negar la legitimidad de los gustos de los demás. 

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