LITERATURA / Nickolas Butler

NICKOLAS BUTLER
Canciones De Amor A Quemarropa


Nickolas Butler es un consumado narrador. Sus observaciones cargadas de ternura te atrapan con un estilo suave y fluido. El autor sabe captar la importancia de esos pequeños momentos de la vida  como si se tratase de los más grandes. “Canciones de amor a quemarropa” es una novela cargada de sentimientos profundos y que nos hace recordar quienes somos en realidad. 

No sonaba como la música de Lee o, al menos, como nada que yo reconociera como su música. Era fría, solitaria y disonante. La mejor descripción que se me ocurre es que recordaba al modo en que el sonido viaja en invierno, cuando todo queda frío y mudo. A ese silencio que oyes al principio: resulta imposible imaginar que nada pueda vivir o moverse por allí. Y luego, después de aguzar el oído, después de esperar, empiezas a oír a los cuervos en las copas de los árboles y el ruido casi imperceptible de su vuelo, de sus alas en el aire cristalino. Y más: una sierra eléctrica lejana, un coche parado con el motor en marcha, el hielo cada vez más grueso, el agua del arroyo que borbotea al pasar cerca de ese hielo, el goteo de los carámbanos, el canto de los pájaros. Ve apilando todos esos ruidos imperceptibles bajo el tristísimo falsete de Lee, y ya tienes un himno para nuestro rincón del mundo. 


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Cuando la clase estuvo por fin en silencio, Killebrew dijo:
- En primer lugar, quiero que veáis la ciudad como una colección de gente. No es difícil, ¿verdad? Cuando penséis en Minneapolis o Chicago o Milwaukee, pensad en los cientos de miles de personas. En millones de personas. Eso es lo primero que se os debe ocurrir. Puede que vosotros también penséis en los rascacielos, no lo sé. Pero yo pienso en la gente. A continuación deberíais pensar en ideas. Considerad a cada uno de esos millones de personas un conjunto de ideas. Algo así como "Esa mujer es bailarina y piensa en ballet" o "Ese hombre es arquitecto y piensa en edificios". Cuando empiezas a verla así, la ciudad es el mejor lugar del mundo. Millones de personas juntas, intercambiando ideas, todo el rato, a todas horas. 


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Noté cómo la mandíbula se me desencajaba de lo abierta que se me había quedado la boca. Llevar tanto tiempo casada con alguien, ser la mejor amiga de alguien durante tantos años es algo muy raro, porque las contadas ocasiones en las que esa persona te sorprende te parecen lo más increíble del mundo, como si en el cielo se abriese una grieta, como si, de repente, la luna se elevara sobre el horizonte veinte veces más grande que la última vez que la habías visto. 


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