LITERATURA / Roberto Saviano

ROBERTO SAVIANO
Gomorra



"Un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la Camorra". Ese es el encabezado del primer libro de Roberto Saviano, "Gomorra", un relato fascinante y escrupulosamente documentado. Es verdad que quizás se hace denso por momentos, pero Roberto nos lleva por las calles de Napoles, una de las ciudades más violentas (por no decir la más) de la Unión Europea. Páginas bañadas en sangre, drogas y corrupción.


La coca ya no se asocia con "ponerse ciego", se ha emancipado de esa categoría para convertirse en una sustancia consumida en cualquier momento del día; después de las horas extraordinarias, se toma como relajante, para tener fuerzas para hacer algo que se parezca a una actividad humana y viva, y no solo un sucedáneo para la fatiga. (...) Un disolvente del cansancio, un anestésico del dolor, una prótesis a la felicidad.

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Un kilo de coca le cuesta mil euros al productor; cuando llega al mayorista ya cuesta treinta mil euros. Treinta kilos se convierten en ciento cincuenta después del primer corte: un valor de mercado alrededor de quince millones de euros. Y si el corte es mayor, de tres kilos puedes sacar hasta doscientos. El corte es fundamental: cafeína, glucosa, manitol, paracetamol, lidocaína, benzocaína, anfetamina. Y también, cuando la urgencia lo impone, talco y calcio para perros. El corte determina la calidad, y el corte mal hecho atrae muerte, policía y arrestos. Obstruye las arterias del comercio.

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En su boca se había secado todo, desde la saliva hasta las palabras. De pronto caí en la cuenta de que venían de hacer la guardia de noche y habían tomado pastillas. Les daban pastillas de MDMA. Para que no se durmieran, para evitar que perdieran tiempo comiendo dos veces al día. Por lo demás, la MDMA fue patentada por los laboratorios Merck en Alemania para ser suministrada a los soldados que estaban en las trincheras en la Primera Guerra Mundial, aquellos soldados a los que llamaban Menschenmaterial, material humano, que de ese modo soportaba el hambre, el frío y el terror. 
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Cuando ves tanta sangre por el suelo empiezas a tocarte, comprendes que tú no estás herido, que  en aquella sangre no está también la tuya, empiezas a entrar en un estado de ansiedad psicótica (...). Y aún así, no crees que en un hombre pueda haber tanta sangre, estás seguro de que tú tienes mucha menos. Cuando te convences de que esa sangre no la has perdido tú, no es suficiente: te sientes desangrado aunque la hemorragia no sea tuya. Tú mismo te conviertes en hemorragia, notas las piernas flojas, la boca pastosa, notas las manos disueltas en aquel lago denso, quisieras que alguien te mirase el interior de los ojos para comprobar el nivel de anemia. (...) Tienes que cerrar los ojos y no respirar. El olor de sangre coagulada que ya ha impregnado también las paredes de la habitación sabe a hierro oxidado. Tienes que salir al aire libre antes de que echen serrín sobre la sangre, porque la mezcla despide un olor terrible que hace imposible contener las ganas de vomitar. 

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