CRÓNICA CONCIERTOS / Fito & Fitipaldis + Morgan
“Gracias por habernos esperado”. Lo dijo Fito Cabrales en un par de ocasiones durante el concierto. La carretera les recibió con baches para esta gira de “Cada vez cadáver” que acaba de comenzar como quien dice, y que, debido al virus ya les ha obligado a posponer los conciertos de Gijón.
A los Fitipaldis, y a Morgan claro, el grupo invitado. Prefiero “grupo invitado”, porque llamar teloneros a Morgan es para echarse a reír. Y yo me reí por no llorar cuando vi la pista y las gradas medio vacías para su actuación. Siempre digo que hay que ver a los “teloneros”, que el día de mañana nunca se sabe. Y lo más triste no fue la poca afluencia, sino que la mayoría de los presentes no les estaba ni prestando atención.
Algunos sí: los que pusieron un poco el oído flipaban con el nivel. Hablando con unos o con otros, me sorprendió que casi nadie supiese de ellos. Así que, aunque Morgan no encajen por su propuesta como grupo invitado de Fito & Fitipaldis (como sí lo pudieron hacer Los Zigarros o Muchachito), esta gira va a ser un empujón más para una de las bandas más interesantes que tenemos en este país. No voy a explayarme en su concierto pues les vi hace apenas un par de semanas, y poco o nada tuvo que ver aquel bolo en el teatro de La Laboral con este, ensuciado por el ruido de fondo de la gente que estaba “a otras cosas”. En fin, ellos se lo pierden.
Todos mis encuentros con Fito & Fitipaldis se dieron en el mismo lugar: el Palacio de deportes de La Guía. Es normal, pues, que durante sus conciertos esté flotando en mi particular déjà vu. Vaya por delante que no soy un fan de Fito. Los que me conocen lo saben bien. Eso no quita que no pueda apreciar lo impecable de sus directos, así que tranquilos, que nadie me fusilé antes de tiempo.
Sé, como todos, las cartas que Fito y los suyos van a jugar, y aún así su mano es siempre ganadora. Todos los presentes saben a lo que van y el de Zabala les da exactamente lo que quieren. Los 5.000 fieles -de todas las generaciones posibles- se entregan desde la primera hasta la última canción, y las piezas nuevas (las pertenecientes a su último disco, “Cada vez cadáver”, el primero en siete años tras “Huyendo conmigo de mí”) suenan exactamente igual que si las tuviésemos interiorizadas desde hace cinco lustros.
“A quemarropa”, por ejemplo, fue un disparo certero para abrir el show, y “Quiero gritar”, con Morgan también sobre el escenario, se convirtió en una fiesta entre los músicos: músicos y amigos de bandas diferentes que se admiran mutuamente. Bastaba con verles las caras para notar que lo estaban gozando incluso más que el público.
Y luego, pues ya se sabe, las canciones de toda la vida: desde “Whisky barato” (en la barra el único que tenían era DYC, yo me tomé un par de ellos, pero ni me emborraché ni me escocía el corazón) hasta “Soldadito marinero” (con los móviles alumbrando como luciérnagas).
Fito es plenamente consciente de lo afortunado que es: por tener un público fiel como pocos; también por ir acompañado por una banda de Fitipaldis que vale un potosí. Una eminencia como Carlos Raya a la guitarra, Alejandro Climent al bajo, Javi Alzola al saxo y la incorporación de un peso pesado del rock and roll nacional como Coki Giménez a la batería. Un quinteto titular con el que se puede ir al fin del mundo, aunque la carretera esté llena de baches.
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